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Luciano Gómez, entre sus viñas. E. C.

«En Cangas no solo hacemos vino, hacemos vino bien»

LUCIANO GÓMEZ | PROPIETARIO DE LA BODEGA VERDEA ·

La primera añada de su bodega, distinguida con el oro en el certamen Vinespaña

ANA SEGURA

Jueves, 13 de mayo 2021, 12:07

La Verdea ha entrado al mundo de los vinos por la puerta grande. Los oros obtenidos por los primeros caldos elaborados por una de las bodegas más jóvenes de la DOP de Cangas en el Concurso Nacional Vinespaña confirman su potencial. Tanto el blanco, cosecha de 2019, como el tinto, de 2020, han alcanzado la gloria en lo que hace unos años parecía una gesta imposible para Luciano Gómez, el joven que pasó de 'leyenda urbana' en Madrid a viticultor heróico entre las montañas de Puenticiella . El «empujón» del certamen le ayudará, confía, a consolidar una marca en ciernes en un sector con futuro porque el vino de Cangas «siempre se agota». La suya es una historia de regreso a los orígenes,

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-Presentar a certamen el primer vino de una bodega parece casi osado. Aún así se llevaron el gato al agua.

-El no ya lo teníamos. Sabíamos que era una apuesta arriesgada pero queríamos posicionar cuanto antes los vinos y salió fenomenal. Ha sido un impulso importantísimo. Imagínate la publicidad que supone para una bodega casi recién llegada obtener un galardón así.

-Todo un orgullo.

-Por supuesto, un orgullo para mí y para el proyecto pero también para el vino de Cangas y su posicionamiento. La gente empieza a saber que aquí no solo hacemos vino sino que hacemos vino bien.

-¿Le ayudará a cerrar ventas?

-El primer año agotamos la producción en solo tres meses y eso que estalló la pandemia. También eran menos botellas; las viñas van dando poco a poco su fruto. Las previsiones apuntan a que este también nos quedaremos sin existencias.

-Hábleme de sus vinos, aún grandes desconocidos.

-Ahora mismo elaboramos dos variedades. Por un lado, un alvarín blanco muy afrutado, con muchos aromas en boca: a hierba fresca, floral y con notas cítricas. Es monovarietal. Y un tinto con carrasquín, alvarín negro, mencía -muy poco- y verdejo. Es un vino redondo, sabroso y goloso que realza las notas minerales tan características de esta zona.

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-Todas las uvas proceden de su finca.

-Eso te da autonomía e independencia. En realidad, el proyecto comenzó hace cerca de cinco años plantando seis hectáreas de vides. Estuve tres años viéndolas crecer hasta que por fin pude recolectarlas y elaborar mi primer vino. La falta de viñedos es uno de los grandes problemas del vino de Cangas. Los que hay son muy antiguos y muy difíciles de trabajar, parcelas pequeñas en las que es complicado implantar el mecanizado. Las variedades están mezcladas...

-¿De verdad dejó su vida en Madrid para ver crecer las vides?

-Siempre había tenido en mente volver y sabía que, en cuanto pudiera, lo haría. En mi casa siempre se había hecho vino de una forma artesanal así que decidí retomar la tradición trayéndola a nuestros días y convirtiéndola en algo profesional

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-¿Se arrepiente a veces o animaría a otros a seguir sus pasos?

-Les animaría. El futuro aquí está asegurado. Solo hay que tener claro que hay que trabajar, que nadie te regala nada. Todo parece más fácil de lo que en realidad es. Sacar adelante una bodega implica invertir dinero, echar muchas horas y tener paciencia pero, si te lanzas, sale bien. El vino de Cangas se vende casi solo y siempre se agota.

-¿Tiene nuevos proyectos en mente?

- Este año sacaremos un crianza. Además, quiero comenzar con las visitas guiadas. El año que viene rehabilitaré una zona antigua de la bodega para crear un museo y crearé una zona de catas para acercar el vino al cliente final y permitir que nos conozcan mejor.

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