Rescatar del olvido la escanda asturiana

Aveces las ideas, sobre todo las buenas, surgen por casualidad. Así nació, más de 25 años atrás, el germen que dio vida a Speltastur, la empresa que permitió rescatar del olvido la escanda asturiana. Fernando Farpón, entonces vinculado con la minería y el turismo, se encontró con una huertina que cultivaba el cereal en el Valle del Zureda, en Lena; el alma se le caía a los pies cada que la veía.

Aprendió de una de las pocas plantaciones que quedaban en el país de un producto que despistó al hambre en Asturias. La extensión del cultivo de escanda pasó de 1.050 hectáreas en 1941, a 60 hectáreas en 1985 y tan solo ocho en 1992. Se propuso, junto a una compañera, trabajar para rescatar el cultivo. En Europa había casos similares en los que había posible, así que ambos se pusieron manos a la obra. De aquí y allá, rescataron las semillas de los pocos ancianos que aún cultivaba el cereal. Las multiplicaron. Crearon su primera plantación más por vocación que por otra cosa y cuando se cansaron de sumar gastos, pensaron en cómo obtener ingresos.

Nació Speltastur y los granos comenzaron a venderse a harineras y panaderas. El crecimiento desde entonces ha sido constante y continuado. Primero, aumentaron los cultivos en Asturias; después se expandieron más allá de las fronteras del Principado a través de acuerdos con agricultores que les garantizan, por un lado, un mayor volumen de producción, dado que en Asturias la superficie es «muy limitada» y, por otro, una estabilidad que les resguarda de imprevistos climáticos. Si falla Asturias, queda Castilla-La Mancha o León y viceversa.

A sus colaboradores les facilitaban semillas de escanda asturiana. Speltastur trabaja solo con productores ecológicos, un mercado muy reducido dos décadas atrás, lo que facilitó el viaje para cerrar alianzas . «Nos conocíamos todos», resume Farpón. Para cuando las explotaciones empezaron a proliferar, ellos ya estaban posicionados y todo era más fácil. Ya no había que buscar, el proceso se había invertido.

El mercado se ha ido ampliando y su actividad, que ocupa el cultivo, transformación y comercialización, diversificando. Ya suman doce trabajadores. Cada paso adelante les ha obligado a desarrollar ingeniería propia, ya que todos los ingenios que había eran antiquísimos. Llega hoy en día la escanda asturiana a harinera, molineros, panaderos, pero también a tiendas gourmet y grandes superficies.

El grano que se rompe se destina al pienso y la cuadratura del círculo se cerró hace en torno a una década, cuando decidieron crear su propio obrador, desde donde parten panes, galletas o suspiros directos del campo a la mesa. Es fácil dar con ellos en mercados ecológicos y locales.

La escanda asturiana llega, de su mano, a Portugal, Francia, Países Bajos, Uruguay o Dubái y quién sabe si a más destinos si finalmente el producto termina obteniendo la ansiada IGP, un reconocimiento que ayudaría a promocionar más y mejor su valor, pero no a incrementar ventas porque la demanda cubre con creces la oferta actual. «Fomentaría la producción de escanda, favorecería la restauración de molinos de piedra, que hay cientos abandonados, y podría crear un flujo económico sano y equilibrado», defiende Fernando Farpón hijo, siguiente generación al frente de la empresa.

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