Restaurante Casa Enrique
Bar tienda más que centenario, restaurante con merendero en la garganta del Narcea, comer aquí es historia y múltiple satisfacción
Por el embalse de La Florida, donde Pilotuerto, se suceden crestas verticales que parte al medio el ensanchado y remansado Narcea. Tras unos túneles que horadan la roca en este espacio de piedra, hayas y agua, aparece Casa Enrique, bajo la pindia ladera de las foces y justo ante la ribera. Al costado del edificio principal, una terraza con emparrado en pérgola espera días más cálidos, mientras el blanco de la fachada, las puertas y ventanas barnizadas o el asiento levadizo delatan, no obstante los cuidados, unos ciento veinticinco años de presencia.
También lo delatan al entrar el mostrador, las repisas, el techo, los fogones de chapa y carbón que pueden atravesarse, la cocina vista es invento antiguo, las lustrosas mesas, todo museo viviente y eficiente de un bar-tienda antañón, reliquias de aldea que vamos perdiendo por la dictadura del tiempo. Hay licores, tabaco, dulces, detergentes, madreñas, navajas de Taramundi, embutidos de la zona, cerámica de Llamas del Mouro y, subrayemos, cañas, anzuelos, plomos, sedales y moscas, que cuando la autoridad lo permite, caen truchas, reos y salmones de Las Mestas a Las Fuentes.
RESTAURANTE CASA ENRIQUE
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Dirección: Pilotuerto, 1. Tineo
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Teléfono: 985 80 11 53
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Cocina y sala: Enrique Rodríguez Díaz y Marta González Rey
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Apertura: finales del siglo XIX (hacia 1888)
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Descansos: domingos en temporada baja y lunes en alta
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Media a la carta: 20 euros
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Sidra: Trabanco
Se sirven guisos sencillos, tradicionales, sabrosos, abundosos y módicos, como corresponde a un refugio vetusto pero siempre actual de pescadores, cazadores, mineros, moteros y viajeros en general, todos comensales de lo eterno y llariego. Sean cortes de xata, chorizo, jamón, chosco, butiello, callos, potes acompangados, ensaladas plurales, tortilla de patata, croquetas, cachopo o requesón con nueces. La decoración interior y el entorno exterior incrementan el disfrute del plato.
Del exterior se ha encargado la naturaleza, el interior lo mima Enrique y fue proyectado por sus generaciones precedentes, padres, abuelos y antes: «Mi bisabuelo Manolín vivía en una cabaña aquí arriba, donde la cima, y arrastrando carbón de la mina a la carretera ladera abajo, ahorró para la primera tienda. Vendía alpargatas, cerillas, petróleo, de todo, y así pudo costear el viaje de Enrique, mi abuelo, a Cuba, donde tras ganar algo de dinero, le pudo la nostalgia, regresó, y construyó primero una fonda para pronto, aprovechando lo bien que cocinaba mi abuela Rosario, hija de hosteleros con chigre en Soto de la Barca, sacar del bajo el quiosco, tienda, bar y restaurante casi tal cual lo vemos. Luego vinieron mis padres, y por último Marta y yo», resume Enrique. O mejor dicho Enrique y Marta, que la pareja cocina y atiende según toque.
La mina y la térmica dieron vida a toda la comarca, y Casa Enrique exigía esperas y turnos. Ahora, al poco de alejarse en dirección Cangas, las torres de la térmica convierten brevemente el paisaje de feraz en desolado. Y no por las formas y forjas industriales, sino por la soledad y el silencio.
Uños de gocho
Ingredientes (4 comensales)
4 manos de cerdo, 1 zanahoria, 1 cebolla, 2 puerros. 1 pimiento verde, 1 pimiento rojo, 1 zanahoria, vino blanco de Cangas, 2 dientes de ajo, 1 ramín de perejil, pimentón dulce, aceite de oliva extravirgen.
Elaboración
1. Chamuscamos ligeramente las manos de cerdo y las lavamos bajo el grifo.
2. Las abrimos por la mitad sin separar esas mitades.
3. Ponemos agua en cazuela.
4. Echamos, protegido por una malla, las verduras cortadas; cebolla, puerros, pimientos rojo y verde, zanahoria y vino blanco.
5. Dejamos que todo cueza sobre hora y media.
6. Ya tiernos, sacamos los uños y reservamos el caldo.
7. Cuando se dejen manejar, retiramos los huesos grandes de los uños por una parte, y la grasa del caldo por otra, que sólo quede gelatina.
8. En una tartera aparte, sobre una placa antiadherente, colocamos lo uños deshuesados en capas, añadimos caldo sin llegar a cubrirlos, repartimos y cubrimos por encima de cebolla picada, de un majado de ajo y perejil desleído con vino blanco y repartimos una cucharadita de pimentón dulce y un chorro de aceite.
9. Que estofe lento y tapado hasta que todo enternezca y ligue otra hora y media. Deben descansar antes de servirse.