Mari Luz Fernández, en la sala del restaurante pixueto. JESÚS MANUEL PARDO
CUDILLERO

Sidrería Casa Mari

Cuando Mari quedó viuda, para sacar adelante a sus tres hijos trabajó muchos años en fogones ajenos. Ahora lo hace para ella y como ella quiere.

Jueves, 21 de abril 2022, 10:15

Mari nació y se crió en San Juan de Piñera, aldea de Cudillero donde xaldos, marnuetos y vaqueiros convivieron en paz y buena xuntanza, digan lo que digan crónicas y lápidas. Hija de Severiano el Pirdo, trabajador de la fábrica de hielo pixueta, y con huerta y ganado que atender, aprendió a cocinar lógica y naturalmente, porque entraba en el normal desarrollo de la vida, igual que ahora arrasa el 'take away'. Se casó joven. Su marido, Román, trabajaba en la construcción, y marcharon a Muros del Nalón primero, y a la villa pixueta después. Todo iba bien. Así lo demostraba la buena crianza de sus tres hijos. Pero Román falleció joven, y a la desolación de la pérdida se unió la necesidad de allegar recursos: «Pensé en volver con mis padres y lo hice una temporada, pero tres menores necesitan un colegio próximo, y también más niños, así que probé con lo que mejor se me daba, cocinar», nos dice.

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Casa Mari

  • Dirección: Calle Riofrío, 2 - Cudillero

  • Teléfono: 690 83 78 10

  • Propietarios, cocina y sala: Mariluz Fernández García e Iván Martínez Fernández

  • Apertura: 2014

  • Descanso: martes

  • Media a la carta: 20/40 euros

  • Sidra: Viuda de Angelón con Prau Monga

Y pasó veinte años cocinando pescados pixuetos para restaurantes igualmente pixuetos, poniendo el punto, que no el nombre: a Sonia, una de sus hijas, la conocimos y comentamos haciendo lo mismo en Casa Julio con todos los honores, digna rama de tal tronco, y lamentamos que con la jubilación de Ángel, propietario de tan ilustre esquina, perdamos una sabrosísima e historiada cazuela de pulpo.

Un día de un año complicado (aunque menos que los siguientes y así hasta hoy mismo) Iván, que andaba buscando trabajo, propuso a la madre la independencia, que en el caso hostelero es la mayor dependencia, con una sugerencia simple y clara: «Dado lo bien que cocinas, y encargándome yo del buen servicio... ¿porqué no abrimos nuestro restaurante, mejor dicho, tu restaurante con tu propio nombre?»

Y Casa Mari nació sobre lo que fue El Ancla, en paralelo a la plaza, bajo un amplio corredor azul, blanca, sencilla, pescadera, con virreyes, samartinos, rubieles, chopas, chopitos, rayas, rodaballos, xargos, lenguados, y lo que convenga cada día entre los ofrecimientos de la rula local, para servirse tras su cuidadoso paso por plancha, horno, cazuela o sartén. Y otrosí con los mariscos. Las calderetas, una estrella del sitio (y una referencia esencial de Yantar, don Calixto mediante), quedan a la espera, encargos aparte, de momentos económicamente más bonancibles : «Ofrecemos pescados locales a precios asequibles, y la mayor parte de los mariscos andan prohibitivos, así que mejor alegrar la vista y el paladar con piezas concretas que el mercado ponga al alcance de la gente corriente».

Y si no hay para calderetas, los arroces marineros de Mari cunden, satisfacen, y demuestran que, ante la crucial y festiva presencia de la paellera, los levantinos ya no tienen nada que enseñarnos, socarrat incluido.

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Arroz negro con calamar y cola de langostino

Para dos comensales

-1 cebolla- 2 ajos -1 pimiento rojo -2 tacinas de arroz (sobre 200 gramos de arroz tipo bomba) -200 gramos de calamares -12 langostinos (o gambas) pelados -1 cucharada de tinta de calamar extraída de sus bolsas -1 chorro de vino blanco -1/2 litro de caldo de pescado y marisco-aceite de oliva -sal.

Elaboración

1. Picamos y sofreímos en aceite de oliva la cebolla, los ajos y el pimiento tras cortarlos muy menudos.

2. Añadimos los calamares limpios y cortados.

3. Salteamos.

4. Una vez todo tenga color, vertemos el vino blanco.

5. Dejamos que hierva y se evapore el alcohol.

6. Echamos el arroz y la tinta de calamar.

7. Rehogamos.

8. Incorporamos los langostinos sin dejar de rehogar.

9. Ponemos el caldo de pescado y marisco en proporción de dos partes de caldo por una de arroz.

10. Tras un rehogado final, bajamos el fuego al mínimo y dejamos que se haga en unos veinte minutos, cuidando que el grano quede suelto y al dente, y el arroz un poquitín caldoso.

11. Servimos tras diez minutos de reposo en la encimera.

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