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Nuria Bravo, a los mandos del helicóptero Helimer Cantábrico, que tiene su base en El Musel. damián arienza

«Estamos en el aire en menos de 15 minutos y podemos volar a 300 km/h»

Nuria Bravo Bretones Comandante jefe de la base del Helimer en El Musel ·

Lleva 14 años pilotando el Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo. Desde febrero es la comandante jefe de la base de El Musel

Guillermo maese

Martes, 8 de marzo 2022

Nuria Bravo Bretones (Madrid, 1973) comenzó con 19 años su carrera militar en Ejército del Aire. En 1994 se convirtió en la primera piloto ... de la historia del Ejército, que terminó por abandonar para poder conciliar su vida familiar. Hace 14 años, junto a su marido y sus tres hijos (ahora tiene cuatro), vino a Gijón para convertirse en la primera mujer en pilotar el Helimer Cantábrico. Después, se convirtió en la primera comandante de tripulación y, ahora ha sido ascendida a comandante jefe de la base. También es la primera mujer en acceder a este cargo.

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–Ahora que es comandante jefe, ¿en qué cambian sus funciones?

–Me mantengo como comandante de una de las cuatro tripulaciones, lo cual no me aleja de los mandos del helicóptero. La jefatura supone ser la encargada de asuntos organizativos y ser la responsable de la base. Aún estoy haciéndome al cargo.

–En caso de emergencia, ¿en cuánto son capaces de estar en el aire?

–En menos de quince minutos estamos fuera. Tenemos nuestros movimientos muy mecanizados y somos muy rápidos. Todos sabemos lo que tenemos que hacer según el tipo de rescate al que nos enfrentamos. Nuestra obligación es salir en quince minutos, pero siempre bajamos ese tiempo.

–¿Qué características tiene este helicóptero?

–Es un máquina de 2019 muy especializada en tareas de rescate y con tecnología punta. Somos capaces de volar a 300 kilómetros por hora. El sistema de GPS del helicóptero es extremadamente preciso. La calidad de las cámaras de búsqueda es muy nítida.

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–¿Y cómo se comporta en el aire?

–Al ser muy aerodinámico es más nervioso que, por ejemplo, un superpluma del Ejército.

–¿Cuántas horas de vuelo acumula?

–Ahora mismo tengo 4.500 horas en aviación civil y militar.

–¿Cómo es usted como piloto?

–Digamos que diésel. Lo más importante es mantener la calma en situaciones de alto riesgo.

–¿Cuáles son los rescates más complicados?

–Sin duda, los que se realizan de noche. Como es obvio pierdes visibilidad y se fía casi todo a la cámara de infrarrojos. También son especialmente difíciles los servicios que se realizan junto a un acantilado. Ahí debemos estar todos mucho más atentos.

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–¿Qué debe primar en una labor de rescate entre el equipo?

–Cada tripulación dispone de un piloto y copiloto, un operador de grúa y un rescatador. Es muy importante mantener siempre la calma y confiar en las labores que cada uno tiene asignadas.

–¿Hay alguna misión o rescate que le haya marcado especialmente durante su carrera?

–El que quizás me haya resultado más traumático, probablemente por el hecho de ser madre, fueron las labores de búsqueda de un niño de 10 años en la Navidad de 2011. La embarcación de recreo donde estaba volcó a la entrada del Puerto Deportivo. Estuvimos durante días saliendo al amanecer para encontrarlo. Siempre es triste buscar a un fallecido en el mar, pero es más drama aún cuando es un niño.

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–¿Y militar?

–Se me quedó grabada una misión que hicimos a Mozambique por una inundación. Aquello fue impactante porque una cosa es verlo por la televisión, pero ver en persona aquella pobreza, las condiciones en las que vivían y los niños con graves problemas de desnutrición fue bastante impactante. El país estaba arrasado.

–¿Siempre tuvo claro que quería ser piloto?

–Fíjese que cuando yo empecé de pequeña a pensarlo, la mujer todavía no podía ingresar en el Ejército para ser piloto militar. Pese a no tener ningún contacto familiar con la aviación lo tuve siempre muy claro.

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–¿Fue difícil dejar el Ejército?

–Sí, pero tenía claras mis preferencias. Pedí una excedencia porque tenía tres hijos muy pequeños y era imposible conciliar la vida familiar y laboral. Había viajes muy largos que suponían pasar meses fuera de casa.

–¿Y cómo terminó en Salvamento Marítimo de Gijón?

–Con el hundimiento del 'Prestige' en 2002, el Gobierno de España consideró oportuno abrir más bases de salvamento por todo el país. Se necesitaban pilotos con experiencia y la concesionaria Badcock me contrató para venir a Gijón.

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–¿Echa en falta su carrera militar?

–En parte sí porque era un trabajo muy diferente. Tenías muchos roles. Yo hacía misiones en el extranjero, transporte VIP (Moncloa y Casa Real), traslado de órganos... La de volver es una opción que se mantiene, aunque temo que sería a un despacho.

–Rompía barreras de sexo en 1994 y lo sigue haciendo ahora, ¿ser la primera mujer en estos cargos le supone una losa o una motivación?

–A veces sí que ha sido una carga. Ser siempre la primera en algo supone tener que romper muchas barreras mentales, sociales y de organización laboral y familiar.

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–¿Se sintió más observada por ello?

–Sí, sí, desde luego que sí. E incluso más presionada. Cualquier cosa que podía hacer mal, porque todo el mundo es humano y tiene derecho a equivocarse, llamaba más la atención.

–¿Más en la aviación militar que en la civil?

–Por extraño que pueda parecer, me sentí más observada en la aviación civil que en la militar. En el Ejército, aunque la entrada de la mujer supuso una revolución, hay unos cargos militares que hay que respetar seas hombre o mujer. La evolución militar era la misma para todos. En la aviación civil sí tuve esa sensación de tener que demostrar más que en el Ejército. Ahora, claro, ya no me pasa porque llevo 14 años dedicada al salvamento marítimo, pero sí ocurrió al principio.

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–No cabe duda de que es usted un ejemplo de mujer empoderada.

–Probablemente. Y con cuatro hijos (se ríe). Aprendí pronto a acostumbrarme a ser pionera en casi todos los cargos a los que accedía. Lo más importante es que me convencí de no ponerme yo misma barreras por el hecho de ser una mujer en un mundo muy masculinizado. También tengo que decir que siempre he tenido el apoyo y la ayuda de mi marido, Jesús, que es mecánico de la base. Nunca se ha echado atrás con el cuidado de los hijos. Sin él, probablemente, no hubiera llegado a donde estoy ahora.

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