Un Casanova estrellado
La policía gijonesa detuvo a un estafador que vivía de seducir mujeres y se hacía pasar por el hermano de un famoso torero
Es decir: un sueldazo. Cayeron cuatro incautas: María Pérez, Dolores Fernández, Eulalia Rodríguez y Luisa Pintado, y unos cuantos comercios que, embaucados por el pico ... fino de Ricardo, le cedieron enormes cantidades de productos que tenía, supuestamente, que embarcar, pero que nunca llegó a pagar. Con las camareras, el plan era aún más fino: haciéndoles creer que lo necesitaba para arreglarles el pasaporte, les sisó 92 pesetas. Por si fueran pocos delitos, las autoridades santanderinas también buscaban al presunto Gaona por haber engañado a varias jovencitas con quienes llegó a planear su boda, para lo que había adquirido, y no de su bolsillo, infinidad de obsequios para los invitados de enlaces que nunca llegarían a celebrarse: el día del casamiento, Gaona se marchaba pies en polvorosa... y con las arras en los bolsillos.
Todo eso había hecho en Santander y hace hoy un siglo que fue noticia que lo habíamos capturado en Gijón. «Yo estoy tranquilo», reconoció ante las autoridades. «Enamorar no es delito alguno». Claro que engañar, robar alhajas y después venirse a Gijón para venderlas -no se sabía a quién: el estafador alegó ignorarlo- sí lo era. Se detuvo a Ricardo Castro en una pensión del 18 de la calle de Pedro Duro y se le ocupó, de sus pertenencias, «un retrato del torero Gaona, una estampa del Cristo de Limpias y varias fotografías de sus amantes», muchas de ellas dedicadas. En prisión, esa noche, exigió dormir en colchoneta. Todo un figura.
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