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La irlandesa y el inglés que pusieron a Gijón a hablar idiomas
Lawton. Las academias fundadas por Maureen y Edwin celebran su 50 aniversario pensando en un futuro a nivel nacional, marcado por la tecnología y los datos
«Los señores Lawton tiene el gusto de informarles de la apertura de su nuevo Centro de Idiomas, en la calle Cura Sama, lado Plaza San Miguel». Así rezaba el anuncio publicado en EL COMERCIO en mayo de 1973 donde Maureen y Edwin, o lo que es lo mismo los señores Lawton, anunciaban su puesta de largo en Gijón. O su independencia total profesional. Porque ellos ya daban clases de inglés en la ciudad, a donde llegaron en el año 69. Lo hicieron para involucrarse en la puesta en marcha de un centro piloto de enseñanza del Instituto de Lingüística Aplicada, y unos años después surgió la oportunidad de comenzar una 'aventura' en forma de academia que este año llega a su medio siglo de vida. Y en plenitud de facultades.
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Compartir conversación con los Lawton permite descubrir hasta dónde llega la compenetración de un matrimonio sellado en 1966, de una irlandesa y un inglés – «un pequeño problema para los padres de ella», recuerda sonriente Edwin– y que aterrizó en Gijón, desconociendo totalmente a dónde se dirigían. La única referencia que tenían la encontraron, como buenos aficionados a la equitación, en la Enciclopedia de Hípica, donde encontraron la imagen de una mujer saltando en Las Mestas. «Y pensamos, si tiene un concurso internacional, es que algo está pasando en Gijón». Y ni cortos ni perezosos se subieron al coche por Pentecostés, fiesta en Francia –trabajaban de aquella en Lyon– y decidieron venir a conocer la ciudad. Icónica parece ya la imagen de su Renault en las inmediaciones del Rocamar, con Maureen dentro, recién llegados en su viaje de 'prospección'. Lo que vieron les convenció y Gijón se convertiría en su ciudad de destino.
«El reto era pasar un año aquí. Y si no resulta, siempre podemos volver a Francia», señala Maureen. «Lo estamos pensando todavía», sonríe Edwin mirándola. De hecho, esa fue la eterna amenaza a sus hijos, medio gijoneses, medio 'guiris', Alex y Jonathan. «Yo tengo que agradecer mi arraigo exacerbado, mi asturianismo galopante, a ese «nos vamos a Francia el año que viene»», añade el primogénito. Por cierto que no llegaron solos, lo hicieron acompañados por sus dos perros, Ocras y Shay, dos loberos irlandés, cuyo tamaño llamaba la atención. Los cuatro, dueños y perros, se convirtieron en la 'novedad' de la sociedad gijonesa de la época.
La Paternal
Maureen y Edwin conservan una memoria prodigiosa. Recuerdan nombres, lugares y anécdotas de sus primeros pasos en la ciudad, de sus primeras andanzas en la enseñanza del inglés – «era un momento crítico de cambio en la sociedad, por la influencia de Francia iba a menos»–, y los modernos métodos que comenzaron a implementar.
Por supuesto, su llegada al local de la Plazuela, entrando por Cura Sama, no se les olvidará. Ocuparon las instalaciones de La Paternal, aseguran mientras recuerdan de manera entrañable a Don Aladino – «fue un héroe»– que se convirtió, en unas circunstancias adversas, en su primer casero. «Hubo mucha gente que nos apoyó sin conocernos de nada», cuentan agradecidos, enumerando nombres que prefieren mantener en un cariñoso anonimato, aunque alguno, incluso, inspiró el nombre de sus hijos.
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En mayo de 1973, como atestigua el decano de la prensa asturiana, echó a andar Lawton School, previo paso, mientras se adecuaban las instalaciones, por un aula del del cercano colegio de las Hijas de la Caridad. Y ahí comenzó la historia del inglés en la ciudad. Porque con los Lawton, Gijón y los gijoneses comenzaron a hablar el entonces idioma del futuro.
Más de la mitad de la ciudad, generaciones enteras, ha pasado por unas academias que comenzaron con 40 alumnos y por las que llegaron a pasar 800 en los cursos más exitosos. Eso, sin contar a los que se apuntaban a los cursos de verano, de empresa, campamentos o intercambios. Entonces la cifra puede sobrepasar con creces los mil. Llegaron a existir seis centros, incluido uno en Sotrondio, que se sigue funcionando, y otro en Rumanía. En Gijón se mantienen activos tres de ellos. Por las cuatro academias pasan cada curso unas 600 personas.
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Y como lo de los Lawton era ir de hito en hito, junto a la modernidad y lo avanzado de sus técnicas de enseñanza, también se convirtieron en los primeros en organizar estancias educativas en el extranjero por el verano, en Francia y en Irlanda. Incluso, como recogió EL COMERCIO de la época ( y se reproduce en estas páginas) los primeros alumnos de aquel viaje fueron recibidos por el presidente de la República de Irlanda, Erskine Childers. Estudiantes que Maureen recuerda señalándolos en la foto, desde Rufino, el primer surfero de Gijón, a unos ingenieros y arquitectos de la época actual.
No son los únicos nombres o las únicas caras que guarda en su memoria. Porque sus álbumes de fotos son historia viva de Gijón y de Asturias. Por mencionar algunos de sus estudiantes 'ilustres', el ahora candidato del PP a la presidencia del Principado, Diego Canga, que repitió en varias ocasiones en los viajes a Irlanda (aparece en la foto del año 77 de este reportaje), o el hoy secretario general de Industria, Francisco Blanco. Por no hablar de otros políticos, empresarios, o diferentes profesionales que siguen recordando «con cariño y orgullo» su paso por las aulas de Lawton. A todos ellos, alumnos y antiguos alumnos, quieren reunir en una gran fiesta de aniversario este verano en Gijón. Y las fotos serán claves para identificar a muchos de ellos.
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Labor social
Aseguran los Lawton que existen notables diferencias entre los estudiantes de hace 50 años y los de ahora. Antes, señalan, había muchos principiantes. Ahora son «falsos principiantes». «La gente dice «yo no se inglés», y te pones a hablar con ellos y lo hacen muchos mejor de lo que piensan. Hay mucha cuestión psicológica», comenta Alex, quien ha cogido el testigo en la dirección del negocio. Y todo ello porque, afirma Edwin, «ha mejorado mucho la enseñanza pública y privada, de los idiomas, con programas bilingües y, obviamente, hay más medios como la televisión o internet».
Hacen hincapié también en la «labor social» desarrollada en todos estos años, con unos inicios donde la diversión era diferente a la presente y se organizaban gimkanas, concursos de ajedrez o actividades los fines de semanas. Las estancias en el extranjero entran en la definición. Y ahora, apuntan sonriendo, «hay grupos de gente de más de 50 años que quieren aprender idiomas para desenvolverse e irse de viaje juntos».
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Pero hubo más, porque su visión de futuro siempre les ha hecho estar a la vanguardia de todo, como cuando en los años 90 comenzaron con proyectos europeos, con el inglés como lengua vehicular. «Fuimos los primeros en hacer algo de economía circular en Asturias. Llegamos a hacer tres proyectos», explican. También participaron en el Eurochance, un proyecto piloto de aprendizaje de idiomas 'online' para ciegos, que aportaba conocimientos lingüísticos en campos tan variados como la hostelería, la sanidad o los deportes. Porque ellos lo han tenido claro desde el principio. «Creemos que el inglés tiene que servir para mucho más. El idioma tiene que ser un vehículo para la enseñanza de otras cosas, como ocurrió con esos proyectos europeos o con las enseñanzas de Secretariado Internacional que impartieron.
Y aquí llega el punto de inflexión. La época actual, con Alex Lawton a la cabeza, que ha cogido el testigo de sus padres. Con el inglés como 'core', pero con la tecnología y los datos como futuro. Lo dijo la secretaria de Estado de Digitalización, Carme Artigas, «los datos van a ser el nuevo inglés». Y para el 'alma máter' de La Pipa (por donde pasó Artigas) y fundador de Bedrock, eso está grabado a fuego. Y precisamente el innovador ecosistema empresarial de Somió será el epicentro de la eclosión de la nueva marca Lawton. «La idea es expandirnos con el tema del inglés con nuevas formas a nivel nacional y ampliar esa marca. Incluir el dato como ese nuevo inglés que hace falta a todo el mundo. Porque dentro de cinco años el que mo sepa lo básico del dato, será como el que no sabe inglés para moverse en la vida y por el mundo», ahonda Alex.
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De esta manera, las credenciales de formación de idiomas de Lawton de estos 50 años (inglés, francés y español para extranjeros – «hay que dar servicios a los nómadas digitales», advierte él sonriente–) no solo permanecerán sino que se ampliarán.
Y Maureen y Edwin seguirán estando ahí. Porque Lawton School ha sido y sigue siendo el proyecto entorno al que han construido su vida. Y Gijón, su casa. Aunque ella, confiesa, sigue siendo irlandesa, «porque somos como los asturianos, que aunque vivan cien años fuera, seguirán siendo asturianos. Los irlandeses igual. Pero nos compaginamos muy bien. Somos celtas. Muy próximos», afirma sonriendo.
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