Una ciudad desprotegida
La posible enajenación de la Campa Torres puso en alerta a los partidarios de construir más defensas a lo largo de la costa gijonesa
125 años después de que estallase la polémica sabemos cuál de los dos bandos ganó. ¡Cómo no saberlo! Hoy la Campa Torres es un espacio ... plagado de búnkeres y construcciones defensivas que, sin embargo, pudieron no ser. Porque resultó que hace siglo y cuarto el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo (BOPO, nuestro BOPA actual) publicó la lista de los montes públicos del concejo de Gijón amenazados de enajenación... y entre ellos, para sorpresa de muchos, se encontraba la Campa Torres. Un caramelo para cualquier inversor. 22 hectáreas, rodeado de mar, en una zona de a futuro -toda la zona Oeste comenzaba a consolidarse como una de las de más pobladas de Gijón, al calor de las obras de El Musel- y con comunicaciones inigualables.
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«Parece inconcebible que se ponga en venta», dijimos en las páginas de EL COMERCIO. 'Per se', pero sobre todo «cuando en su falda se están desarrollando las obras del puerto del Musel, y cuando acaba de dictarse la Real Orden para la construcción de esa gran carretera, ya bautizada con el nombre de Gran Vía». La expansión de «los llanos del Humedal, Tremañes y ería de Jove» se quedaría, en nuestra opinión, desamparada si se vendía la Campa Torres, punto estratégico -eso ya lo sabían los astures- para la seguridad de los gijoneses.
Dijimos así: que «el Gijón actual demanda ya poderosas defensas para que un crucero enemigo no pueda bombardearle impunemente, y el Gijón futuro, por su mayor crecimiento, ha de necesitarlas con mucha más razón». Si se vendía la Campa Torres, nos preguntábamos, ¿dónde encontraríamos mejor emplazamiento «para los alojamientos, fuertes y baterías que han de ser garantía de nuestra seguridad, y que un poco antes o un poco después habrán forzosamente de levantarse»? Así que lo de enajenar la Campa era... lo de siempre: un ejercicio de la «eterna imprevisión» española. «Nuestros Gobiernos venderán hoy a precio ínfimo unos terrenos que el día que sean del dominio particular tendrán que pagar a peso de oro, cuando se establezcan nuestras ineludibles defensas marinas». Así. La polémica estaba servida.
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