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Soldados en la guerra de Cuba.
1897. Hace 125 años.

Y entonces, la indignación

La odisea de un soldado que volvía enfermo de Cuba por las calles de Gijón generó aceradas críticas a la autoridad desde EL COMERCIO

Martes, 6 de diciembre 2022, 03:21

Así trataba España quienes luchaban por la patria. Una vergüenza: hace hoy 125 años, en el tren mixto de la noche, llegó a Gijón, de ... vuelta, un soldado natural de la parroquia de Vega, «que inspiraba verdadera compasión por su estado anémico». La inspiraba, según aseguraba EL COMERICIO, pero no la tuvo. Y eso hizo estallar la polémica, Ocurrió que aquel infeliz cabo, «no pudiendo, por lo intempestuoso de la hora, ir a la aldea donde reside su familia, buscó albergue en una tienda de persona conocida de sus padres». Y allí que se quedó, cobijado por el duelo, en una cama mísera, antes de ser conducido a su casa, a la mañana, «en un coche que pagó la Asociación Filantrópica». Pero más nada.

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Al día siguiente, EL COMERCIO calificó de «verdadero calvario» el hecho de que el soldado hubiera tenido que buscar sus propios medios para pasar la noche a techo. «Es vejatorio y vergonzoso el que nuestros pobres soldados, los defensores del honor nacional, tras la desgracia de abandonar familia y hogar, y de perder la salud, anden por estas calles, como almas en pena, pregonando con su tristísimo aspecto el desamparo en que los deja la Patria, y la recompensa que por haber cumplido como buenos les dansus hermanos. Bochornoso es el caso, poco caritativo y nada humanitario. Por eso estamos en el deber de exigir que no se repita».

Ocurrió que la publicación de esta historia, al parecer, generó una oleada de indignación popular. Los ciudadanos se preguntaban, entre otras cosas, «por qué las autoridades de los puntos de desembarco no dan aviso a las autoridades de los puntos de destino de la llegada de los soldados enfermos», o, también, «por qué los gobernadores civiles no adquieren las noticias de los soldados que han de llegar a sus provincias para comunicarlas a los alcaldes respectivos y que estos pudieran proceder en consecuencia». De haber sabido el alcalde gijonés de la llegada de los soldados, ponía nuestra redacción la mano en el fuego, estos se hubieran encontrado con afectuosos recibimientos y no con soledad. No era el caso. Para no repetir el embrollo, habría que actuar.

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