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Despedida a José Luis Martínez, adalid de la cultura gijonesa
Decenas de personas dan su último adiós en San Lorenzo a quien fuera presidente del Ateneo Jovellanos
eugenia garcía
Sábado, 6 de julio 2019, 14:51
Decenas de personas dieron su último adiós a primera hora de la tarde a José Luis Martínez, fallecido el jueves a los 87 años. Quien fuera presidente del Ateneo Jovellanos entre 1994 y 2013 tuvo, según reconoció el párroco, «una vida larga y fructífera», marcada por dos ramas que tantos frutos le dieron. Por un lado, su faceta como promotor cultural. Por otro, su familia.
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Martínez, que dedicó su vida al mundo de los libros, era un habitual de todas las actividades culturales y sociales de la ciudad. «Un ciudadano ejemplar», como destacó el cura en la homilía, que se esforzó con pasión desmedida por enriquecer el ámbito cultural gijonés. «Era sobre todo un hombre muy modesto que hacía las cosas sin publicarlas», rememoró el doctor en Ciencias Políticas y Sociología Fernando Balbuena, quien asegura que el Ateneo «era su vida». De hecho, José Luis insufló vida a una institución que en 1994 languidecía con apenas 87 socios y una importante deuda. «Todos los días iba a escuchar las conferencias, a dar ánimos a los trabajadores».
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Como presidente del Ateneo Jovellanos llevó a Gijón el I Congreso Mundial de Ateneos y durante sus cinco mandatos al frente de la entidad organizó un total de 2.012 actos y 95 viajes. El escritor Antonio Merayo, que participó en su directiva como responsable de literatura, asegura que «José Luis era la afabilidad personificada» y resalta de él su carácter tolerante. «Siempre quiso que la gente se manifestara abiertamente, fuera cual fuera su manera de pensar».
La segunda de las facetas de Martínez, la más privada, la pudo cultivar con mayor ahínco durante sus últimos años. De hecho, hace poco celebraba junto a su viuda, Arsian Costales, las bodas de oro. «Quedé entonces admirado y emocionado con vuestros abundantes gestos de amor, 50 años después de haberlo proclamado juntos», dijo el párroco. Fruto de ese amor son sus hijos, Pilar y Koke, sus nietos y bisnieto. «El abuelo siempre estaba con un libro entre las manos», rememoraba su nieta Cecilia Blanco. Su mayor orgullo, asegura, fue ver a su descendencia estudiar y formarse.
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