Rostropóvich, en Gijón
Recién galardonado con el Príncipe de Asturias de la Concordia, el músico ruso ofreció un concierto en el Teatro Jovellanos
Si algo no se le podía negar a Rostropóvich era el haber sido un auténtico superviviente. Hoy -por hace cinco lustros-, el insigne músico se ... confesaba apátrida: tantos eran los golpes que le había dado la vida, y tal la decisión del gobierno soviético que en 1971 le había retirado la ciudadanía. Lo hizo después de que Rostropóvich mandase cartas a la prensa de la URSS en apoyo de «su amigo Solzhenitsyn, considerado traidor por los comunistas», recordaba EL COMERCIO al hablar de 'Slava', recién galardonado con el Príncipe de Asturias de la Concordia. Cuando en 1990 las autoridades soviéticas enmendaron la plana y quisieron devolverle el pasaporte, él lo rechazó. «No lo quise», afirmaba. «He decidido morir sin nacionalidad».
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Ciudadano, pues, del mundo, el violonchelista podía ya clasificarse, por méritos propios, en la categoría de artista universal... y sentimental. Así se confesaba. «Cuanto más vivo, más sentimental soy». Cuentan que Rostropóvich se emocionó en el Campoamor, cuando le dieron, junto a Yehudi Menuhin, el premio, y quizás lo hizo también cuando, al día siguiente, visitó Gijón. «'Slava' fue recibido, a su llegada al teatro Jovellanos, por el alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces», contamos. «Con intérprete al lado, recibió una reproducción del 'Elogio del horizonte', del escultor Chillida. Y agradeció el detalle al estilo ruso: tres besos».
Aquí tocó piezas de Brahms, Haydn, Dvorak y Tchaikovski, que se nos prendieron en el corazón. «Estoy encantado de estar en una ciudad tan bonita», confesó ante Areces, quien, entonces, le rogó que no olvidase a Asturias y que volviese, algún día, a Gijón. Le quedaban solo diez años para cumplir su promesa: murió en 2007. «Mientras tenga fuerzas seguiré trabajando», había dejado dicho aquel día en el Jovellanos. «Lo s artistas tenemos que contribuir al mundo». No lo decía cualquiera, sino alguien que sabía bien cómo la música puede amansar las fieras del paso de los años, las políticas y la historia. Y fue consecuente. Así lo contamos hace 25 años: «Él lo seguirá haciendo con sus dedos, con su música universal, con su arte para todos, por la libertad».
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