Un santo... que no lo fue
El anuncio de que en la plaza bautizada con su nombre iba a colocarse un busto del poco conocido Evaristo San Miguel generó chanzas
A casi 150 años de su nacimiento en Gijón pocos conocían ya el nombre de Evaristo San Miguel cuando el Ayuntamiento anunció que colocaría un ... busto en la plaza a la que el ímprobo senador daba (y da) nombre. O eso parecía, porque hace ahora un siglo que denunciaba EL COMERCIO que el busto en cuestión hacía buena falta «para evitar confusiones lamentabilísimas. Siempre recordaré el díálogo», decía un reportero en portada, «que sostenían dos hombres terribles, sentados en uno de los bancos de aquella plaza, con motivo de una de las 348.000 huelgas que hemos disfrutado. 'Tengo games que lo de Rusia cuaje. Hay mucho que cambiar'. '¡Y tanto!' '¡Mira que una plaza tan guapa como esta llevar el nombre de un santu! ¿Qué fizo esi San Miguel pa dai esti honor?' 'Creo que mató al diablu con una espada'».
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Pero ni era ni es al santo a quien conmemora la plazuela que recuerda de don Evaristo San Miguel. Un «lliberal sincero y decidido, de los de pelo en pecho, general, literato y autor de la letra del himno de Riego, su mayor y único ripio», decíamos. «Si no murió como Riego por defender la Constitución, dispuesto estuvo al sacrificio en los revueltos días en que los liberales de entonces eran considerados poco menos que como los bolcheviques de ahora. Si hoy viviera don Evaristo, nos parecería un sacristán; pero hay que juzgar los hombres por sus épocas».
Bien estaba, pues, el busto en cuestión, aunque EL COMERCIO hubiera apostado, mejor, «una estatua que se destacarea en aquel hermoso y amplio lugar». Parecía un 'confetti' «en la inmensidad de la plaza» el bustito, pero era indispensable «para que la gente que no sea corta de vista advierta que se trata de un hombre, y no de un arcángel, pero de un hombre de buena intención; distinguid, culto, militar de entendimiento y político sin trastienda y con vergüenza, que influyó no poco en la gobernación del Estado. Gijoneses de ese calibre no nacen todos los días, y no nos parece que sea darse postín mostrar a las gentes la efigie, para decirlas (sic): 'Este hombre nació aquí'. Y está bien que lo sepan todos: gijoneses y forasteros». Pues sí.
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