La vida está muy cara
El alza de los precios mundial afectaba también a Gijón. Para paliar sus efectos, se proponía la instalación de mercadillos
Tantos años de guerras aquí y allá hacían resentir la actualidad mundial, para desazón, sobre todo, «de las amas de casa y también, muchas veces, ... de los padres de familia. La vida está hoy cara en el mundo entero», decíamos tal día como hoy, hace tres cuartos de siglo, en EL COMERCIO. La crisis afectaba, además, a los productos de primera necesidad, y aunque se decía que, de todo el orbe occidental, España no estaba tan mal (o más bien eso afirmaban los periódicos patrios), Gijón era, por desgracia, «una excepción en el sentido peor». Sucedía que «aquí, sin duda alguna por movimiento grande de la vida social, por ser esta una ciudad importante y con una población flotante que consume mucho y que no repara en precios, la vida tiende a encarecer, aun en relación con otros pueblos próximos».
¿Qué hacer? Una de las medidas más polémicas propuestas por nuestro diario habría de ser, sin dudas, el que se favoreciera «la presencia del industrial o comerciante que está dispuesto a vender más, contentándose con una ganancia menos». Nos referíamos al caso, muy comentado por aquellos días, de la autorización concedida a un industrial de la zona leonesa que «ofrecía al lado del mercado unos cuantos productos de la tierra 50 céntimos y, en algunos casos, una peseta más baratos en kilo que los que aquí sostenían industriales o tenderos y vendedoras».
Se proponía, también, «la existencia de varios mercados o mercadillos en la población. Esto, además de acercar el producto a los hogares, salvando la terrible dificultad que hoy encuentran las amas de casa sin servidumbre o las familias que no disponen más que de una muchacha y no pueden desplazarla lejos a hacer las compras». Esta medida, decíamos, «evitaría también un mal gravísimo, como es el del acuerdo (casi estamos por decir confabulación) que en una u otra forma se produce en el único mercado de la población para forzar a un mismo nivel muy alto los precios en los productos». Es decir, en román paladino: para evitar el monopolio y los pactos monetarios que pudieran afectar a las economías familiares. Largo camino quedaba aún.
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