Cada 25 de abril los portugueses salen a las calles para celebrar la libertad. Sí, no conmemoran aquel día de 1974 en el que un ... grupo de militares se levantó contra el gobierno que presidía Marcelo Caetano, heredero del llamado Estado Novo, que era la bonita forma de llamar al régimen fascista impuesto por Antonio de Oliveira Salazar 48 años antes. Los claveles taparon los fusiles y los portugueses recuperaron la libertad. Desde entonces, cada 25 de abril nuestros vecinos recuerdan precisamente eso, que la libertad es necesario defenderla cada día.
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Nunca entendí por qué en España nos cuesta tanto celebrar la democracia. Por ejemplo, tanto que nos gusta invocar la Constitución, cómo es posible que cada 6 de diciembre no haya manifestaciones en las ciudades para celebrar la Carta Magna, que es nuestra mayor expresión de libertad. Como tampoco nunca entendí el uso del término 'patriotismo'. ¿Por qué quien se envuelve en la bandera nacional es más patriota que quien no lo hace y, al revés, a quien lo hace se le llama facha? ¿Por qué un monárquico es más español que un republicano y este último es más de izquierdas que quien no lo es?
El presidente del Gobierno nos tiene en vilo tras ese periodo de reflexión que se ha tomado para decidir si sigue en el cargo, tras la denuncia contra su esposa presentada por una organización de ideario de ultraderecha, como es Manos Limpias, por presunto tráfico de influencias. Una demanda que, como esta entidad reconoce, se basa en noticias publicadas que pueden estar basadas en «informaciones falsas». Sólo Pedro Sánchez sabrá qué va a hacer. Pero renunciar supondría que quienes no creen en la democracia, quienes niegan la legitimidad de las urnas, quienes se dedican a difundir bulos, quienes firman sentencias basadas en su ideal político, quienes buscan el enfrentamiento social, ganen esta batalla. Es decir, el triunfo de quienes carcomen nuestra democracia. En Portugal esto lo tienen claro. Aquí, no tanto.
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