La danza de los espíritus
El espíritu de la política debería imponerse, debería resucitar para definir y dirigir la convivencia, pero para ello ha de librarse primero de la terrible peste de la mediocridad, ha de arrebatarle el poder al espíritu de la economía de mercado
Hubo un tiempo en el que los espíritus científico, filosófico, artístico, religioso y político convivían en armonía. Parecían un solo espíritu. Basta leer a Aristóteles, ... Platón o Lucrecio para verificarlo. Luego, durante siglos, el espíritu religioso se apoderó de todo. Los demás espíritus quedaron bajo su control. En los últimos siglos el espíritu de la economía de mercado se convirtió en espíritu importante y consiguió redefinir la música del mundo e hizo que los demás espíritus danzaran a su ritmo. Su respirar estremece los corazones. Su estribillo es la plusvalía. Somete, incluso, al espíritu tecnológico y científico. Lo secuestra y lo utiliza. Pretende vivir con los honores y la consideración que tenía el espíritu religioso.
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El espíritu artístico siempre anduvo guerreando con los espíritus imperantes, primero el religioso y ahora el de la economía de mercado. El espíritu científico asoma la cabeza, pero tiene amarrados el alma y los pies. Las actuales fabricaciones y distribuciones de las vacunas de la salvación son un buen ejemplo. Cogidos de la mano, el espíritu científico y el espíritu de la economía de mercado corren el riesgo de convertirse en espíritu totalitario. Entonces, no consumiremos para vivir, sino que viviremos para consumir. No aceptarán que un día seamos capaces de comprar sólo aquello que necesitemos. El espíritu artístico anda por los arrabales, por las orillas, por los territorios yermos enterrando la vergüenza de su derrota. Su voz está rota y, a menudo, contaminada por la música hechicera de la economía del mercado. Quedan algunos ecos, excepcionales y hermosos, del sonido rebelde y animoso de aquella voz originaria. El espíritu artístico se mira excesivamente en el ombligo y pasa demasiado tiempo hablando de sí mismo. El humanismo ya no es una referencia.
El espíritu político anda disfrazado y a la deriva por las orillas del mundo sin atreverse a participar en la batalla, renunciando a un papel protagonista en la construcción de la convivencia. Tiene a su disposición todas las sartenes con sus mangos al alcance y, sin embargo, se ha convertido en un mediocre y acobardado pinche de cocina. Friega las cacerolas, cambia las bombillas o maneja la cortadora del césped. El espíritu político prepara el terreno para la llegada de un mesías redentor, de un mesías con el rostro falsamente iluminado por el espíritu de la ciencia, de un mesías con la palabra robada al espíritu artístico, pero consustanciado con el espíritu de la economía de mercado. Ese día el espíritu del totalitarismo ocupará el escenario del teatro universal e impedirá el amor y la belleza, ocupaciones del espíritu artístico, e imposibilitará la solidaridad y la convivencia, competencia del espíritu político, y manipulará las motivaciones de la ciencia, y exigirá devociones propias del espíritu religioso.
Ese día la ciencia abandonará el absurdo sueño de la inmortalidad, y los poetas ni siquiera hablarán de sí mismos, y los filósofos construirán catacumbas clandestinas donde fabricar el nuevo sentido de la vida, y algunos dioses recuperarán su divinidad, y desgarrarán sus túnicas para vestir al desnudo, y los políticos abandonarán la cortadora del césped y saldrán del agujero dispuestos a implicarse en una nueva utopía. Tal vez entonces no sea tarde y los espíritus, reunidos de nuevo en el ágora de los equilibrios, comprendan lo que apuntó Freud en su maravilloso delirio, que la enfermedad no es una causa sino una consecuencia. El tiránico espíritu de la economía de mercado, disfrazado de experto científico sin alma y sin rostro, es capaz de transformar la libertad en perplejidad, la prevención en censura, la información en doctrina, el amor en transacción electrónica.
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¿Hemos olvidado o extraviado los escritores la invitación, conseguida con tanto esfuerzo, para el espectáculo de la danza de los espíritus? Como dice Imre Kertész, que mucho sabe de los diabólicos bailes del espíritu totalitario, «quedan pocos escritores en la economía de mercado, escritores o artistas que descienden de la cruz donde pasan la noche, que bajan para contar, para narrar lo que han vivido y soñado». El espíritu de la política, acompañado en armonía por los demás espíritus, debería imponerse, debería resucitar para definir y dirigir la convivencia en el mundo, pero para ello ha de librarse primero de la terrible peste de la mediocridad, ha de arrebatarle el poder al espíritu de la economía de mercado y ha de conectar el respirador del humanismo a los pulmones del mundo.
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