Últimas lecciones de Antonio Trevín

Dolores Carcedo

Viernes, 25 de julio 2025, 02:00

Como tantas veces dijo él de sí mismo, Antonio Trevín ha sido hasta el final de sus días, en esencia y por encima de todo, ... un maestro. Lo fue por vocación desde su juventud con sus alumnos en las escuelas llaniscas de Hontoria y Purón y lo fue, también, más tarde y durante años, para sus compañeros y compañeras de militancia socialista en Asturias, que hoy lo despedimos, con honda tristeza, como a un maestro y un referente de la buena política. Porque durante su intensa carrera, Antonio Trevín transitó por diferentes etapas con distintas responsabilidades ejerciendo siempre los valores asociados al buen maestro: humildad y pasión, voluntad de escucha y diálogo, vehemencia en la defensa de las ideas de progreso, entrega al bien común. Unos principios básicos y más necesarios que nunca para contar con la confianza de la ciudadanía y fortalecer la instituciones.

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De firmes convicciones que esgrimía con fuerza, Antonio defendía las ideas socialistas con orgullo y sin estridencias, comprometido siempre con Asturias. Su empeño personal era trabajar para cambiar las cosas y mejorar la vida de la gente, y así lo hizo en todas sus responsabilidades públicas, desde sus años como alcalde de Llanes en 1987, cuando los llaniscos le otorgaron mayoría absoluta –como a menudo recordaba: su única ambición política fue ser alcalde de Llanes– hasta cuando en 1993, en un momento político muy difícil, asumió la presidencia de Asturias con la convicción de que su tierra merecía un futuro mejor, más próspero y con nuevas oportunidades. Con la misma tenacidad y fidelidad a sus principios, ejerció como diputado nacional por Asturias, como delegado de Gobierno en nuestra comunidad y, en los últimos años y de nuevo en Llanes, como concejal y portavoz del Partido Socialista, poniendo voz reivindicativa a favor de sus vecinas y vecinos del concejo. Peleón y optimista como se reconocía, nada lo desanimaba. Tuve ocasión de compartir con Antonio actos de las campañas electorales, congresos autonómicos y momentos de reflexión y debate sobre asuntos que hoy están de plena actualidad. Cada conversación era un aprendizaje porque aportaba no solo su experiencia y sus análisis en profundidad de los temas sino, sobre todo, porque transmitía vitalidad y convicción, algo que solo pueden conseguir aquellas personas que nunca se conforman con dejar las cosas como están. Nunca daba una batalla por perdida ni una conversación por cerrada si no estaba plenamente convencido.

Nada le era ajeno, todo le concernía y le importaba, y así fue también durante estos últimos meses en los que asumió con admirable serenidad su retirada por motivos de salud. Una última lección de entereza. Pensábamos entonces que sería un paréntesis en su vida política para volver recuperado y con fuerza a poner su voz y su trabajo al servicio de los valores que siempre lo guiaron. No ha podido ser. En tiempos de ruido y estruendo, Trevín representó la política serena, la que antepone el debate serio frente al espectáculo, la que busca mediación y soluciones al servicio de las ideas y por encima de personalismos. Trevín estuvo ahí siempre que Asturias lo necesitó. Nos quedan su vida comprometida, sus palabras para la reflexión y la batalla, su magisterio.

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