Fango político
En la disyuntiva 'socialismo o libertad' existe una falacia de equivalencia que responde a intenciones perversas, pues los términos propuestos no lo son por lo que significan, sino que se exponen para confundir
Son frecuentes en el lenguaje político las falsas dicotomías. Se trata de disyuntivas que se plantean como herramientas de descalificación y que no soportan ningún ... análisis serio. Son dualidades débiles, inverosímiles y falaces. En esta categoría se encuadra el falso dilema planteado estos días por una afamada (que no esclarecida) representante política: «Socialismo o libertad». Tan burdo y simple es el planteamiento que al instante (si los vientos cambian de dirección) puede modificarse por: «Comunismo o libertad». Es la guerra de los eslóganes, la batalla de las palabras vacías que se arrojan como cuchillos.
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Cuando se plantea un falso dilema que se aleja del razonamiento lógico, la conclusión tendrá necesariamente que ver con lo instintivo, lo emocional, lo irracional. El falso dilema va seguido de profusa tautología, que es la repetición viciosa y cansina de una consigna. La tautología se ha convertido en el martillo de la cacofonía persuasiva del marketing. Los medios de comunicación ponen el yunque y los efectos especiales. Consignas repetidas una y otra vez pierden su disonancia hasta aparecer como verdades incuestionables. Es la estrategia política contemporánea: machaqueo de lo incierto, resoluciones superficiales inmediatas y desprecio de la reflexión.
En la disyuntiva aludida existe una falacia de equivalencia que responde a intenciones perversas, pues los términos propuestos no lo son por lo que significan, sino que se exponen para confundir, y se reemplazan 'socialismo' o 'comunismo' por 'concretas y sin duda discutibles actuaciones puntuales de un determinado gobierno' y se sustituye 'libertad' por una 'circunstancial disposición referida a límites horarios, normativas en la usanza de los centros de enseñanza o restricciones de movilidad aconsejadas por la situación sanitaria'. En el eslogan no hay nada, por tanto, de socialismo o comunismo ni nada de libertad. Hay un lema deliberadamente engañoso que contribuye al incremento del fango político.
En estos días de personalismos en exceso y de declaraciones mediocres se precisarían más que nunca reflexiones y debates sobre el significado del concepto 'libertad' y sobre la lucha histórica e interminable por el sostenimiento de este valor superior, lucha en la que muchos seres humanos (incluidos comunistas y socialistas) entregaron su vida, lucha en la que se consiguieron avances notables de los que hoy disfrutamos, de los que desde luego también disfrutan quienes ahora frivolizan alegremente sobre el concepto 'libertad'.
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Ser socialista o comunista o liberal o defensor a ultranza de la libertad no tiene que ver con afiliaciones concretas, ni con ansias personales. Tiene que ver con la convicción referida a las ideas que se sostienen y con los comportamientos que se conforman con esas ideas para procurar la coherencia y la solidaridad. Defender la 'libertad', por ejemplo, no es apoyar reformas que consoliden un sistema injusto y que ensalcen la economía deshumanizada. No es defender la 'libertad' contribuir al enriquecimiento desmedido, ni facilitar la supremacía de lo económico sobre lo político y lo social. Defender la 'libertad' no es colocar lo privado por encima de lo colectivo, no es apoyar la privatización generalizada de los servicios esenciales y de las materias primas principales para la supervivencia. No es favorecer la especulación inmobiliaria e impedir el ejercicio del derecho de todos los seres humanos a una vivienda digna. Defender la libertad no es decir que se defiende la libertad.
El socialismo apunta a una utopía, como también lo hace la conquista de la libertad suprema. En ambos conceptos alumbra la esperanza de la transformación. Es preciso discutir sobre las ideas y aparcar el debate sobre las personas. Urge diferenciar los discursos, analizarlos, distinguir las falsas falacias. Se habla constantemente de los políticos y apenas de las políticas (necesidades, resoluciones, propuestas). Las televisiones reducen la política a una descorazonada y casposa isla de supervivientes, a una permanente sesión de telerrealidad en la que sólo importan los políticos como personajes y nada sus propuestas para la solución de los problemas de la convivencia. Estos días, en medio de un indigno fango de transfuguismo, una representante política dijo: «No es la hora de la política, sino de la responsabilidad». El falso dilema fue tan burdo que ella, sin darse ni cuenta, se acusó a sí misma de irresponsable. Los falsos dilemas, por una ausencia total de reflexión, cuando no por perversa inmoralidad, están al orden del día. También el eslogan «izquierda o fascismo» es otro falso dilema (falacia de terceros excluidos) que remueve un fango político que apesta.
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