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Literatura e historia

La novela histórica, como el arte en general, añade algo a la realidad que antes no estaba allí, suma, despeja, y esa nueva realidad no es percibida siempre de inmediato, se queda, perdura y un día tiene consecuencias

Jueves, 2 de noviembre 2023, 21:47

No sé si se necesita un talento especial para escribir novelas históricas. Tal vez no, o tal vez sí, porque para hacer algo diferente o ... especial se necesita cierto talento, o al menos cierta habilidad, lo mismo para realizar un salto mortal que para hacer un buen guiso de cordero. Cada uno tiene sus talentos y los explicita como quiere o como puede. Lo importante es crear, siempre crear, porque en la creación, cualquier tipo de creación, se sostiene la dignidad humana. En el caso de la novela histórica el talento consistiría en ser capaz de trasladarse a épocas pasadas para estudiar, componer e imaginar lo que ocurrió en ese tiempo.

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Decía Steinbeck que «el oficio o el arte de escribir es el intento más torpe de encontrar símbolos para lo inefable». (Ya sabemos que lo inefable es lo que no se puede explicar con palabras). «Un escritor trata de explicar -decía él- lo inexplicable en su total soledad». Hay muchas novelas a las que se las califica de históricas, y puede que todas lo sean. En todo caso a mí no me interesa tanto construir una versión novelada de unos acontecimientos o unos personajes históricos como imaginar un tiempo y unas vidas en ese tiempo que nos acerquen a la comprensión del ser humano a lo largo de toda su historia.

La Historia, afirmaba Cicerón, es luz de la verdad, la vida de la memoria, maestra de la vida. Kafka hablaba de la literatura como una expedición hacia la verdad. Pero qué es una novela histórica. 'Memorias de Adriano' está considerada una de las mejores novelas históricas. Bien, pues su autora, Marguerite Yourcenar, decía que no era una novela histórica, que sólo era un monólogo, textos que exponen una doctrina, una creencia, una convicción. Tal vez la voz de Adriano sea la voz de Yourcenar. Es difícil explicar el mecanismo por el que la propia voz se multiplica y aparecen personajes con una supuesta vida propia. Supongo que, psicopatologías aparte, en eso consiste la creatividad.

A propósito de otra de las grandes novelas históricas, 'El nombre de la rosa', su autor, Umberto Eco, decía: «No se trata tanto de versionar unos hechos históricos como de utilizar la ficción para acercarse a esos hechos, al tiempo y a los personajes. No es explicación, ni siquiera análisis, sólo acercamiento». Él mismo confesaba, tras haber escrito 'El péndulo de Foucault', que en ninguno de sus múltiples ensayos había expresado sus ideas de una manera tan diáfana como lo consiguió hacer en esta novela.

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Cuando una idea tiene voces concretas se transforma en organismo vivo y llega mejor y perdura para siempre. La idea se solidifica a través de una historia. Documentarse para escribir una novela histórica exige ordenar minuciosamente la información para que la imaginación tenga más posibilidades de crecer sin desbocarse. La novela histórica, como el arte en general, añade algo a la realidad que antes no estaba allí, suma, despeja, y esa nueva realidad no es percibida siempre de inmediato, se queda, perdura y un día tiene consecuencias. La novela no crea realidades, crea complementos verbales del mundo. No hay futuro vivo con un pasado muerto. No entiendo el pasado como algo rígido, como un legado intocable, la rigurosa tradición, algo invocado por fundamentalistas de toda índole, la sagrada batalla de Covadonga o el Pelayo redentor o el sepulcro del apóstol Santiago o el brazo incorrupto de Santa Teresa, algo a lo que a menudo se recurre para condenar. Que se lo digan a Salman Rushdie. «La tradición y el pasado sólo son reales cuando son tocados -y a veces avasallados- por la imaginación poética del presente».

¿Quién duda de esta interacción? ¿Quién duda de que a veces el presente altera el pasado y de que el pasado es capaz no pocas veces de dirigir el presente? En la literatura el pasado y el presente son como una especie de tiempo único. Ninguna obra literaria se encuentra determinada histórica o ideológicamente. Si así fuera, perecería. Si así fuera, 'La Odisea' no podría leerse aún hoy, dos mil setecientos años después, con interés, con asombro y sintiendo lo mismo que sentía Ulises.

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Tal vez la novela sea como una especie de esperanza y de búsqueda al mismo tiempo, como la búsqueda de aquello que espera ser escrito. Mario Satz ('Bibliotecas imaginarias'), escribe: «Escribimos para que el tiempo vuelva y la tibieza de la enseñanza no se enfríe nunca. Escribimos para iluminar el nexo entre las generaciones que ya no están y las que aún no han venido».

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