Grandes esperanzas

Miles de deseos. Eso es lo que voy a pedirle al barrigudo bonachón de cabeza grande y pipa siempre encendida. Deseos, pues en la capacidad de desear, como en la de soñar, reside la esperanza

Viernes, 23 de diciembre 2022, 01:55

Hoy, dicen, aunque sea un tanto apurado, todavía puedo escribir una carta al barrigudo bonachón para pedirle regalos. El barrigudo, por cierto, no solo se ... llama Santa. Hay muchos y muy diferentes. Todo depende del lugar del que sea cada uno. Así, puede venir en trineo o en burro. Cada cual elige. El mío viene en burro.

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Como les decía, aseguran los expertos en estos asuntos que si escribo mi carta de deseos con cierta rapidez y la envío hoy mismo, todavía estoy a tiempo de que llegue a buen puerto y alguno de todos ellos se cumpla. Oh, eso sería estupendo, ¿verdad? ¡Qué maravilloso!

Sí, lo he visto. Me he dado cuenta y no es un error. No, no lo es. Es intencionado. He sustituido 'regalos' por 'deseos' en mis últimas frases. He cambiado las palabras. Ah, las palabras. Cuánta vida albergan. Y cuánta muerte. Cuánta esperanza. Y cuánta soledad. Lo guardan todo o no guardan nada.

'Palabra'. Catorce acepciones y a cual más hermosa.

He cambiado, sí. He cambiado 'regalos' por 'deseos' porque los deseos me gustan más. El año pasado, creo recordar, llegadas estas fechas, lo que les desee a todos ustedes fue que tuvieran sueños.

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Miles de sueños.

Llevábamos un par de años tan malos que lo que más necesitábamos era soñar. Y espero que así fuera. Que soñaran mucho y que soñaran bien; que soñaran bonito y que algunos de todos esos sueños que tuvieron se cumplieran. Ojalá. Este año, en cambio, les deseo que tengan deseos.

Miles de deseos.

Eso es lo que voy a pedirle al barrigudo bonachón de cabeza grande y pipa siempre encendida. Deseos, pues en la capacidad de desear, como en la de soñar, reside la esperanza. De nuevo esta palabra, 'esperanza'. La repito mucho en los últimos meses y no solo en estas fechas navideñas. Puede antojarse como algo 'dickensiano' -desde un punto de vista de influencia literaria y retórica, y no en su ilustración de todo lo malo que Dickens en sus obras quería denunciar-, pero, a pesar de la magnífica prosa del inglés y sus siempre finales felices, no lo es. Esto me viene de más adentro. Quizá se deba a que este año tampoco ha sido especialmente bueno, ¿verdad? Y es que los años veinte de este siglo no están siendo, por el momento, nada alegres. Tienen margen. Aún pueden mejorar y espero que lo hagan.

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Siempre he sido de desear. De desear mucho y muy fuerte. Tal vez, por eso, seguro, las decepciones sufridas han sido y serán mayores, pero no puedo evitar continuar haciéndolo.

Deseos.

Miles de deseos.

Les decía hace un momento que no creía que fuera por culpa de una especie de influencia 'dickensiana' o similar por lo que escribo estas líneas, pero, tal vez -oh, me temo que igual me he equivocado-, sí que hay algo de verdad en ello, ya que lo que más me apetece ahora mismo y con lo que voy a concluir mi particular carta al barrigudo bonachón de nariz sofocada es con un único deseo. Uno solo. Uno que, si lo pienso bien, nadie más que él, de los mejores novelistas de la época victoriana, sería capaz de imaginar: un final feliz. Sí, feliz. Un final 'made in Dickens'.

¡Felices fiestas!

¡Sueñen y deseen!

Háganlo siempre, aunque el mundo se desmorone a su alrededor porque de los sueños y los deseos nace la esperanza, tan necesaria como respirar.

Por eso, les deseo, de corazón, grandes esperanzas.

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