Ideología de la igualdad
Creo en un sistema de impuestos progresivo y dirigido hacia la reducción de las diferencias en la escala de los ingresos
Repetidamente he insistido en lo importantes que son para mí las ideologías como conjuntos normativos de emociones, ideas y creencias referidas a nuestra sociabilidad; como ... propuestas de modos de actuar coherentes. La ideología no tiene por qué ser rígida e inamovible, pues uno va evolucionando y adquiriendo sabiduría y experiencia, escucha otros argumentos que lo convencen, atiende a circunstancias nuevas, y la ideología se va consolidando como propuesta de vida sin que tenga por ello que perder coherencia. Cuando me pregunto cómo definiría mi ideología, cómo la presentaría para su valoración social o su balance político, para su contraste con otras, se me ocurre un concepto, una referencia que esclarece y orienta: búsqueda de la igualdad.
Cada ser humano es diferente a todos los demás en memoria y experiencia, en constitución física y propiedades psíquicas, en propensiones y habilidades, en la naturaleza de sus deseos y de sus sueños. Pero creo firmemente que todos los seres humanos, por el hecho de serlo, poseen igual dignidad, y que esta es inherente e inmutable, y que ninguna circunstancia, de la naturaleza que sea (nacimiento, sexo, posición económica o social, creencias religiosas, opiniones procedencia étnica) puede trastornarla, disminuirla o exterminarla. Creo que todos los seres humanos deben tener idénticas oportunidades y que el estado debe garantizar esta circunstancia adoptando las decisiones (legislativas o ejecutivas) que fuera menester.
Es por ello que procuro apoyar, defender o difundir aquellas iniciativas sociales, decisiones políticas o propuestas normativas y comportamientos diversos que faciliten o garanticen el ejercicio de la igual dignidad y que afirmen y afiancen como fundamentales e inviolables todos los derechos referidos a ese principio, para mí, rector de la condición humana.
He escrito otras veces sobre esto y si ahora insisto es porque se están multiplicando algunas medidas que, aunque alumbradas sin duda por la buena voluntad, su aplicación no produce un avance hacia la igualdad. Porque igualdad no es asignar una subida porcentual de los emolumentos igual para todos los salarios o pensiones, sino elaborar un plan que, subiendo a todos una cantidad determinada y justa, disminuya la diferencia entre los que menos y los que más perciben, para igualar su calidad de vida. Porque igualdad no es entregar un cheque cultural, un importe por nacimiento de hijo o una ayuda al alquiler igual para todos, sino ayudar a cada uno en función de su necesidad real derivada de su situación económica personal o familiar. Porque igualdad no es el impuesto sobre el valor añadido de los productos esenciales. Porque igualdad no es decretar un transporte gratuito universal, ni una rebaja de impuestos general ni una bonificación sobre algunas transacciones que afecte a todos por igual. Porque igualdad no es que el IVA de los yates de lujo (21%) sea el mismo que algunos productos necesarios. Porque la igualdad no está en la herramienta, sino en el resultado, no está en el camino, sino en la meta final. Los que avanzan desde siempre con buenas bicicletas de carrera van a mucha distancia de aquellos que caminan a pie y tal vez descalzos. Si ofrezco a todos los que transitan por ese camino de la vida una ayuda igual, puede que los últimos se compren unos zapatos o una vieja bicicleta, pero los primeros se comprarán un coche mejor y la distancia será mayor
Pienso que sería muy útil que entre los datos que nos identifican como ciudadanos se incluyera el referido a nuestra posición económica en una escala de valoración (sujeta a revisión constante) tan desarrollada como precisa, que sirviera de referencia para definir la gratuidad o los diferentes costes de todos los servicios públicos. Así se hace ya, por ejemplo, en la concesión de becas o en el copago de medicamentos.
Creo en un sistema de impuestos progresivo y dirigido hacia la reducción de las diferencias en esa escala de los ingresos. Creo en la soberanía permanente de los ciudadanos sobre los recursos naturales y apoyo por lo tanto la nacionalización de la explotación y distribución de estos recursos y rechazo cualquier especulación sobre agua, aire, sol u otras fuentes de energía, cuyos servicios derivados deberían ser accesibles para todos con un coste referenciado a la escala mencionada. Creo, en fin, que el acceso a estos servicios públicos y a otros esenciales, como pensiones, transporte, comunicaciones, vivienda, justicia, saneamientos, seguridad o cultura no debería ser discriminatorio y que, tanto su organización como su disposición, deberían regirse siempre por el principio de la igualdad. Así lo reza en su artículo 14 nuestra Constitución.
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