En la prensa de estos días se explica detalladamente la propuesta de la empresa Ionway para construir una planta destinada a fabricar componentes de baterías ... en El Musel. El COMERCIO se explayó en detalles técnicos y en el proceso administrativo necesario para aprobar un proyecto que está bien estudiado y por tanto sus beneficios y sus perjuicios. Tras la supervisión se comprobará si el balance global es positivo y, en consecuencia, es aprobado.
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De todos modos, tanto en los comentarios como en el tam tam que suena en determinados sectores gijoneses y del mundo ambientalista se notan los signos de lo que quizá sea otra durísima campaña de todos a los que, por una u otra razón, les molesta la iniciativa. El presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Gijón, aunque reconoce que aún no ha estudiado el asunto, ya ha anunciado que alegarán. Ello es una forma de defender un poder que solo se sostiene en una sociedad cerrada y estéril, que en otra abierta e innovadora desaparecería. La historia de los sórdidos curas de nuestra España negra es su más claro modelo. Por ello me temo que pronto aparecerán todo tipo de protestas, plataformas, campañas, querellas, acusaciones y, hasta, si hace falta, demandas penales.
Como es habitual ello se fundamentará en dar apariencia de elevados principios ambientales, de salud o sociales, cuando no es más que la defensa despiadada del propio interés para así vivir de un puesto asociativo o político. Nuevamente los gestores del puerto serán declarados enemigos de Gijón. Se dirá que quieren crecer a costa de depredar nuestra ciudad, cuando sin un puerto competitivo no somos nada. Y todos los beneficiados callaremos porque, ¿para qué nos vamos a molestar por el futuro de la colectividad y enfrentarnos a nadie por ello?
Aquí tenemos la cultura del mantenido, del receptor de ayudas y de todos aquellos que, trabajen o no, viven sin iniciativa alguna y por ello desprecian la capacidad de emprender y el valor de los que la tienen para decidir en el filo de la navaja del ser y el no ser: de la vida y de la muerte. Digo más, son inconscientes que ignoran que se están jugando su futuro porque sin producir no lo hay, ya que es imposible vivir sin crear. Su única acción es quejarse de las molestias de la actividad, para presumir de grandeza moral. Esa estrategia no es posible porque no se puede vivir a costa de todo el mundo durante todo el tiempo.
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Ya se que se puede vender a los votantes que, tras eliminar cualquier iniciativa que les moleste, otros les darán para vivir y que para conseguirlo solo hace falta gritar, amenazar y crear una espiral de conflictos. Lo que no les dicen esos charlatanes es que después tendrán una ciudad muerta en la que serán zombies.
Por ello, los que tenemos un mínimo de conocimiento, tenemos el deber de no callar para decir a los demás que los que aspiran a gobernar deben tener un mínimo de principios éticos para ser capaces de analizar los procesos en toda su complejidad y después tomar partido en situaciones inciertas para llevar al Pueblo a donde le conviene y no a donde le pidan sus propios instintos irreflexivos. O lo que es peor, los intereses egoístas de algunos.
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Lo dicho más arriba implica que para hacer una ciudad hay que diseñar antes un proyecto de ciudad y después actuar. Esa es la estela que Jovellanos abrió con sus obras para hacer crecer a Gijón y desde la que ahora preconizaría que tenemos que pasar desde una ciudad magmática, que vegeta, a una cristalina que cree riqueza. Ello exige abandonar la demagogia populista para recordar que los gijoneses libraron, durante siglos, una dura batalla para conseguir un puerto digno y después, al crecer, simbióticamente él y la ciudad de Gijón llegaron a ser lo que son. Nada sin el otro.
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