Leonor

En el 'Juan Sebastián de Elcano', atravesando mares cual si fuera Isabel la Católica que viniera de las Américas (donde nunca estuvo), Leonor, Princesa de ... Asturias, con sonrisa de paz, arribó estos días a los malecones de El Musel. Esta moza astur/castellana (y por eso muy española y universal) va de almena en almena ganando nombre, conjugando tradición y modernidad, enterándose de la memoria viva del pueblo donde nació y de su aventura escrita en letra y piedra por tierra, mar y aire. Con su mirada y sonrisa tímida y callada. Con su empeine de princesa erguida de ligero talle, Leonor, será un día Reina de España, que yo, seguramente, nunca veré; o tal vez sí, pero desde las estrellas. A los sones de la xiblata (quiere decirse de la gaita), con sus ojos parados entre la luz, la mar y la borrina asturianense, la hija de Felipe VI, rubia y de denso pelo, nos miró con su cara feliz de niña de cumpleaños dando a la ciudad de Gijón la clara sorpresa de julio. En un barco, catedral de velas igual que mariposas blancas extendidas en son de paz, llegó, con marea alta, a esta tan antigua ciudad de Jovellanos, a la de Evaristo San Miguel y de Melquiades Álvarez, a la tierra del Nóbel Severo Ochoa, a la de las marinas de Martínez Abades y los verdes prados de Evaristo Valle y Piñole, a las acuarelas de Cuervo Viña, a todo ese ramaje de escritores y poetas. A la ciudad de España donde se conservan el mayor número de ediciones del Quijote gracias a la pasión que sintió Ramón Viña por el Manco de Lepanto, el español de tanta España heredero de la locura de Quijano. Llegó, sí, al Xixión siderúrgico y marinero; y, ¡ay!, no tanto ya ganadero y labrador. Y claro, a la tierra de su madre, la Reina Leticia Ortiz Rocasolano.