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El monumento

Aquí, en Gijón, los del nuevo Frente Popular (que como casi todo el mundo sabe es cosa de cuando el cine valía 6 reales) quieren ... que desaparezca el monumento a los Héroes del Simancas situado en una de las fachadas del colegio jesuita de la Inmaculada. Monumento hecho por el gran escultor asturiano, nacido en Trubia, Manuel Álvarez-Laviada, inaugurado el año 1958. Estos nuevos rojos parecen que tienen el cuerpo en constante estado de arrebato. Frikis que cada vez representan más al partido del deshago, y que parece nos quieren volver otra vez a la España de todos los demonios. Aquella en la que unos convertían las iglesias en fraguas y otros confesaban a la gente antes de darles el matarile.

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¿Qué quieren algunos juzgar y quitar a estas alturas? ¿Los crímenes y los abusos de uno de los bandos? ¿De los dos? ¿Quiénes podrían hacer de jueces imparciales en un país como España profundamente cainita? No podemos ser imparciales y nunca lo seremos. Por eso es mejor no remover el pasado. Sentar a la Historia en el banquillo casi siempre es un disparate. Y mucho más ahora en la que la política española es una montería en la que un partido es cazador del otro. ¿Acaso ya se ha olvidado que desde el 20 de noviembre de 1975 hasta el 30 de diciembre de 1983 la llamada Transición Española se cobró más 2.663 víctimas? O sea, una Transición sangrienta. Estos vuelven a ser días de ¡viva y abajo! No se oye una palabra de fraternidad o consenso, y la vida política cada día da más muestras de fanatismo con un aire que lleva muchas mentiras. Se ve que España se repite a sí misma. Es una especie de fatalidad de la que no somos capaces de librarnos. Un eterno retorno que nos conduce siempre al mismo punto: al sectarismo, al papanatismo, la corrupción y el tráfico de influencias. Aquí no se oye una palabra de fraternidad. Todo es una sopa de siglas radicales que ahora quieren reventar el Monumento a los Héroes del Simancas. Sin embargo, no creo que los cristales del edificio de los Jesuitas vayan a temblar. De los Jesuitas, digo, una institución religiosa a la que Gijón tanto debe.

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