No sé si se trata de un mal karma o simplemente de una mueca funesta del destino, pero el caso es que a la plaza ... del Humedal (no siempre se llamó así) le ha tocado la china en esta ciudad. La que fue primera zona de expansión de Gijón, unida al centro urbano gracias al jovellanista Plan de Mejoras, ha estado siempre en el punto de mira, y lo sigue estando. Que si un intercambiador 'reposaautobuses', proponían unos; que si una banderona de España, aprobaron otros el pasado miércoles... Y mucho antes, y durante demasiadas décadas, recaló allí la plaza de los Mártires (de la Cruzada Nacional era su nombre completo), acentuando aún más la figura de 'las dos Españas'. Creo que esta plazoleta ya ha sufrido lo suyo y pagado con creces sus deudas con Gijón como para que ahora la dejemos lucir en paz su hormigonado anfiteatro y el 'Cubo' iluminado de Alejandro Mieres. En 1980, dejó atrás su condición de 'mártir' y fue rebautizada como plaza del Humedal, y en 1995, polémica mediante, logró quitarse de encima aquel monumento con cuatro arcos y un mástil.
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Modestamente, no creo que Gijón necesite banderonas, ni de España, ni de Asturias, ni de Gijón; si acaso, posiblemente, del Sporting, pero tampoco en plan monumental. Lo que necesita esta ciudad es entrar de lleno en el siglo XXI con proyectos que la modernicen, que la pongan en la carrera de la Inteligencia Artificial, del turismo sostenible, de la alta velocidad de verdad, de polos empresariales y gastronómicos, de centros universitarios y de investigación punteros. Gijón pide a gritos un revulsivo como el que vivió entre los años 80 y 90, cuando, como dijo José Luis Garci, «dejó de ser una ciudad en blanco y negro». Las banderonas, como la de plaza Colón, en Madrid, forman parte del pasado y es ahí donde deberían quedarse. Dejemos, por favor, de martirizar a la plaza del Humedal para que siga siendo un espacio abierto, alejada de reminicencias del pasado.
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