La libertad no es un trapo de colores
Es un ejercicio constante de humanidad, una búsqueda incansable de la igualdad
¿Acaso ahora el sol aparece por el occidente y se pone por el oriente? ¿Acaso la manzana de Newton se ha puesto a volar ... como las golondrinas? Bien parece que estuviéramos en carne viva por tantas ilusiones corrompidas, por tantas esperanzas desaparecidas en los sumideros de la arbitrariedad. Cada día leo noticias que me desconciertan, noticias que silban junto a mis oídos como absurdos disparos de guerra. ¡Estamos tan adelantados! ¡Somos tan sabios! ¡La ciencia y la tecnología avanzan de manera tan vertiginosa! ¿Pero cómo es posible entonces que cada día aumenten en el mundo las desigualdades y se amplíen los mapas de la pobreza?
Demasiadas noticias me aturden el ánimo. La absurdidad de algunas de ellas me provoca estremecimiento. El Tribunal Supremo de los EE UU anula la protección del derecho al aborto, vigente desde 1973. Al amparo de esta decisión acaban de negarle el aborto en el estado de Ohio a una niña violada de diez años. Es el mismo tribunal que hace poco amplió el derecho a la posesión (y exhibición) de armas y se opuso a cualquier restricción al respecto. ¡Es como si de pronto quisieran que camináramos al revés! La presidenta de Madrid ha decidido conceder becas de estudios (subvención económica) a los hijos de las familias pudientes, corrompiendo así el espíritu de estas ayudas, que deben buscar la igualdad de oportunidades. Es la misma dirigente que niega la existencia de clases sociales. ¿Acaso los ricos lo son por su inteligencia o por la divina intervención de los dioses olímpicos y los pobres lo son por su viciosa pusilanimidad y por designio de los dioses del inframundo?
La bioquímica Katalin Karikó, madre de la vacuna contra el covid, continúa recibiendo (por este motivo) amenazas de muerte. Menores tuteladas (es decir, protegidas) por nuestros servicios públicos son, a la vez, explotadas y prostituidas. En un estudio de la Universidad de Georgia se pregunta a los encuestados a quién salvarían primero en un atropello inminente, si a su mascota o a una persona desconocida. El 40% salvaría antes la vida de su mascota. ¡Algo está pasando! ¿Hemos perdido la capacidad de analizar nuestra realidad como seres humanos? Abrir los ojos a las noticias diarias es como perder el conocimiento.
Quienes reclaman subvenciones estatales para que las familias puedan llegar a fin de mes, son los mismos que vaticinan catástrofes económicas si el Gobierno actualiza las pensiones al ritmo del IPC. Los que le piden más ayudas públicas para los sectores en crisis, son los mismos que reclaman bajadas generalizadas de impuestos. ¿Pero qué demonios está pasando? ¿Es castigar económicamente a Rusia seguir comprándole gas y petróleo? ¿Tiene sentido la presencia de esposas y maridos de dirigentes en la reunión de la OTAN si han venido a trabajar? ¿Acaso el resto de mortales llevamos a nuestras parejas al trabajo? Todo es muy confuso. Al menos a mí me lo parece. Quienes reclaman medidas para reducir facturas de combustible y de luz, son los mismos que se niegan a poner límites a los groseros beneficios de petroleras y eléctricas. ¿Pero qué es esto? ¿Por qué Madrid es la comunidad más rica y, sin embargo, la que menos invierte por alumno en educación pública (4.727 €, frente a los 6.927 de Asturias o los 9.298 de Euskadi)? ¿En qué estamos convirtiendo el concepto de libertad?
¿Por qué con unos migrantes se produce la vertiginosa inclusión y con otros una vergonzosa exclusión? ¿Son compatibles las cuchillas mortales en las vallas fronterizas con los derechos humanos? ¿Por qué quienes siempre renegaron de la intervención del Estado reclaman ayudas y medidas regulatorias a los gobiernos en tiempos de crisis? ¿Por qué se equipara la libertad de mercado al progreso de la humanidad, cuando dicha libertad arrastra a la pobreza a millones de seres humanos? ¿Por qué se asocia globalidad a racionalidad, cuando dicha globalización tiene efectos devastadores para las comunidades locales?
Hay decadencia de la verdad, abandono de la concordia, pérdida de derechos que tanto costó conseguir. Es como si de pronto nada tuviera sentido. Quienes gritan vivas a la libertad se olvidan de que no hay libertad sin igualdad de oportunidades, sin la cobertura de las necesidades básicas, sin la conquista incansable de más derechos. La libertad no es un trapo de colores para exhibir en pulseras, mítines o ruedas de prensa, sino un ejercicio esforzado y constante de humanidad, una búsqueda incansable de la igualdad.
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