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Más de cien incendios hemos sufrido estos días en Asturias, patria querida. Uno de ellos cerca de mi casa, y tampoco es que viva en ... el quinto pino, o en alguno de esos lugares que se dan ya en llamar, con ligereza y desapego, la Asturias despoblada. El caso es que ya va la tercera vez en un mes que nos queman Santufirme, un monte entre Gijón, Oviedo y Avilés. Un bonito paraje en el mismo centro de la región, a menos de treinta minutos de donde posiblemente estén ustedes ahora; lugar al que les habría invitado a ir hace unos días, ya que tenía un entorno y vistas maravillosas. Digo lo de tenía para que se ahorren la excursión, pues a partir de ahora es un espacio desolado, sucio y humeante. Un páramo con hollines flotando, y que huele a ceniza, tristeza, y rencor.

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Por lo que se ve, y tal como no dejan de recordarnos todos aquellos que tienen alguna responsabilidad en la prevención o en la organización de los medios de extinción, los incendios son casi siempre provocados. Según parece, existe una 'economía del fuego' consistente en que unos cuantos hijos de mala madre hacen rápidos negocios a base de arruinar a otros, destrozar el medio natural y saquear al erario público, pues cada helicóptero o hidroavión que vemos ir y venir, cuesta unos cuantos miles de euros por hora. Tengo curiosidad por conocer el coste real, en medios materiales y humanos, de lo apagado la pasada semana. Por no hablar, ya que también se debería valorar si fuera cuantificable, que no lo es, del riesgo para las personas que luchan contra ellos. Algún idiota, que de esto andamos sobrados, dirá que para eso les pagan. El mismo que oirá a través del 112, cuando él necesite un trasporte sanitario urgente, que se espere, que los efectivos están ocupados apagando un fuego.

Pese al dramatismo y urgencia de estos desastres forestales, no son estos los únicos incendios que asolan nuestra tierra en estos tiempos. De los del monte se habla mucho y con gran con contundencia por los responsables regionales; actos terroristas, los llaman, quizás porque no se conocen los culpables y resulta fácil dirigirse al empedrado, a esos pirómanos anónimos que vaya usted a saber dónde están. Mas hay otros fuegos, más silenciosos, que nos van comiendo el terreno bajo los pies, y que por ser más incómodos, parecen no alarmar tanto a quienes gobiernan, llegándonos en ocasiones a decir que no exageremos, que no es para tanto. Me refiero a males como el descenso poblacional, la baja natalidad, al desempleo juvenil o a la emigración de nuestros jóvenes. Problemas que se manifiestan de forma contraria al fuego, sin su violencia y estruendo, mas con la misma implacabilidad. Asuntos que quizás se asemejen más al agua, que todo lo inunda; como una especie de mareona que sube lentamente, cubriendo nuestras calles de canas, resignación, soledad, y silencio.

Estos días, y cambiando por un momento de tercio, pues nos surgen asuntos peliagudos por aquí y por allá, ha sido aprobada la nueva Ley de Familias. Se trata de otra iniciativa legislativa más de la incipiente progresía, éstas nuevas predicadoras sin púlpito, aprendices de prescriptoras del bien y del mal, según para quien. Vistos los precedentes, echémonos a temblar. Me he enterado de que tipifican como veinte tipos de familias distintas, y de que a partir de ahora mi familia ya no puede llamarse familia numerosa (admitimos serlo, y si hace falta, me disculpo por tan tremenda irresponsabilidad), sino que pasamos a llamarnos 'familia con mayores necesidades de apoyo a la crianza'. Me suena un poco a granja agropecuaria, eso de la crianza, pero si ellas lo dicen…El caso es que llevo toda la mañana intentando memorizarlo, para que cuando alguien me pregunte, sea capaz de decirle lo que somos, y todavía no lo he conseguido. Cursilería, tecnicismo, y demagogia en el mismo frasco, y por el mismo precio. Perdonen que lo diga así, pero tirando de inmersión lingüística de chigre, hay que se joder. Y mucho.

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Intento con todo esto dar a entender, que en vez de malgastar su tiempo empeñándose en decirnos a golpe de leyes improvisadas e ineficaces cómo tenemos que ser, pensar y actuar, podían sus Señorías estrujarse un poco la cabeza para regular eficazmente otras cuestiones no menos importantes. Ya que tanto les interesan los asuntos sociales, en el Ministerio de Belarra podía intentar propiciar un ambiente como para animar a que la gente críe, aunque sea sólo un poco. Que faciliten el tema a los criadores y criadoras, como les gusta llamar ahora a los padres, para que no acaben quedando aquí cuatro gatos. Y volviendo a los problemas forestales, por dar alguna idea, les sugeriría que mejoren la normativa que rodea a los incendios, de forma que nadie pueda beneficiarse de ellos, cosa que ahora, al parecer, no ocurre. Promuevan que se le caiga el pelo al pirómano condenado, ataquen su patrimonio, háganle la cuenta y desplúmenle por completo, antes de meterlo entre rejas. La buena noticia es que en Asturias, pese a estar abandonados, a veces llueve, con lo que aún tenemos agua para intentar apagarlos. En otros lugares de España, ni eso.

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