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Perlora, ciudad sin ley

Allí no hay partidos, ni eslóganes, tan solo un hecho: un espacio privilegiado dejado de la mano de Dios

Lunes, 28 de noviembre 2022, 22:05

Se imaginan ustedes lo que sería, en estos tiempos en los que tanta gente viaja hacia el norte de España, tener en Asturias un gigantesco ... parque en frente del mar con 260 chalés y bungalos independientes, a diez minutos de Gijón? ¿Un espacio con playas, espectaculares instalaciones deportivas, lugares de ocio, dos campings, y todo lo que usted pueda imaginar, en un entorno único? ¿Infinidad de servicios a los que además podría llegar en un tren costero, sin necesidad de coche, y desde cualquier punto del país? Pues deje de soñar, y dese una vuelta por el concejo de Carreño, que como todo el mundo sabe está a tiro de piedra de nuestros tres principales núcleos urbanos, lo que viene a ser en el mismo medio de esta patria querida.

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Últimamente se habla mucho de que en Asturias nos estamos quedando atrás. Algunos medios nos informan de una población envejecida, en la que cada vez más jóvenes de los pocos que nos van quedando se marchan a otros lugares más prósperos para nunca más volver. Otro día, se nos da cuenta de que a falta de un par de meses para terminar el año, tan sólo se habían ejecutado algo así como el 20% de las inversiones previstas para este ejercicio con las ayudas vía fondos europeos, en comparación con otras comunidades o países como nuestro vecino Portugal, que los exprime hasta el límite. Al día siguiente, nos toca leer con inquietud la situación de algunas de nuestras industrias de referencia, cuyo futuro inmediato no parece tan claro y tan verde como se había anunciado, a bombo y platillo. Total, que así pasan los días, entre susto y disgusto regional. Con tantas noticias económicas, demográficas, sanitarias, y el frío que está empezando a entrar por rendijas escasamente calefactadas, uno se plantea si todos estos eslóganes de Asturias como paraíso del disfrute y buen vivir han de seguir sonando igual por estos lares, o pasan a ser tan sólo eso, titulares, o antídotos para poder salir de casa con la moral un poco aseada, y tener la fiesta en paz.

Como siempre, y según de la ideología de cada cual, habrá quien piense que todas esas noticias y datos son sesgados y aparecen por mero interés político. Dicho de otro modo, que son ganas de fastidiar a los que mandan, que al fin y al cabo están donde están con todo merecimiento y porque la ciudadanía los ha puesto ahí. No quito parte de razón a quien piense así, en esta España tan polarizada, tan de o blanco, o negro. Cualquier acuerdo parece imposible entre los que gobiernan y los que aspiran a ello, da igual el ámbito, nacional, regional o local, o lo urgente o provechoso que pueda ser para la gente de a pie. Salvo que ese pacto sea con anticonstitucionalistas, claro; a esos les va de perlas. Y a algunos delincuentes, también, por qué no decirlo.

Para evitar falsas etiquetas o partidismos, lo típico de que si éste es de aquí o de allá, y no despistarnos con discusiones de chigre, me permito recomendarles que un día cualquiera se den una vuelta por Perlora, y entenderán de qué les hablo. Allí no hay partidos ni eslóganes, tan solo un hecho, una realidad. Verán allí un precioso lugar abandonado, un entorno decadente, entristecido. En muchas de sus casas percibirán un esplendor irrecuperable, la antesala de una declaración de ruina, cascotes y humedad. Se encontrarán un espacio privilegiado, dejado de la mano de Dios, que unos pocos aprovechan en lo que va quedando en pie, hasta que un día alguien se accidente, cierren la entrada por seguridad y, entonces, ya solo se pueda contemplar el esperpento en barco, y desde el mar. La otrora Ciudad de Vacaciones, perpetuo campo de batalla ideológico, se ha convertido en una barriada fantasma, hecho inexplicable y sonrojante para cualquiera que aprecie nuestra tierra. Un problema tan silencioso como cercano y real, que no tiene filiación, ni opinión más allá del crujir de sus tejas y el rugido del mar.

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Supongo que este mismo espacio, de existir en cualquier otro lugar de la denominada España de primera velocidad, o de esa España que no quiere serlo, pero que entre que lo es y que no se la riega con euros que bien aprovechan, sería un potente reclamo turístico. Trato de imaginar cómo sería Perlora si estuviese en Zarautz o Castelldefels, por poner algún ejemplo. Podría ser una gran fuente de ingresos, un tremendo escaparate natural con el que, haciendo un número rápido, se recaudasen cinco o seis millones de euros al año por alquileres a familias de todas partes y lugares; eso, sin contar el resto de beneficios locales y regionales. Pero ocurre que Perlora está en Candás, querido amigo, y quizás por esta razón se está desmoronando, cayendose a cachos. No se me ocurre una mejor manera de explicar lo que nos sucede, que darse un paseo por allí. La perfecta metáfora del conformismo, la autocomplacencia, la obediencia, el desencanto, y el olvido. Pasen, y vean.

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