Carteros ejemplares

Solicité el voto por correo a mediados de junio en la oficina de Correos de la calle Castilla de Gijón. En aquella cola de solicitantes había un soterrado cabreo sobre todo por lo intempestivo de la fecha electoral elegida. Como parte del mes de julio iba a estar fuera de Asturias, pedí que se me enviase la solicitud con las listas electorales de Asturias, a la oficina de Correos de un pequeño y turístico pueblo gaditano. La oficina cuenta con un solo cartero y el horario es de 9 a 10 de la mañana. Y no es que el cartero trabaje una hora, sino que tiene que recoger el correo a la capital del concejo a las 8 de la mañana y repartirlo por toda la zona rural a partir de las 10. Con este horario tan exiguo, ampliado en días posteriores hasta las doce e incluso más tarde, ya que atendía a todas las personas que estaban en la cola antes de la hora teórica del cierre, el bueno del cartero rural y un ayudante provisional están resolviendo una difícil papeleta. En estos días complicados para Correos, el cartero mostró unas dotes de organización, efectividad y sobre todo memoria -los carteros tienen el mapa de España en la cabeza- prodigiosas. Pese a la larga cola, en la que se manifestaban frecuentemente opiniones muy dispares a las del CIS, mi proceso de votación se realizó con cierta rapidez y de una forma verificada con absoluto rigor.

En España hay empresas públicas que no solamente funcionan bien, sino que valen más de lo que cuestan. Y una es Correos y, especialmente, sus carteros, que en estos días se esfuerzan con generosidad para garantizar nuestros votos. Los carteros ejercen la profesión más necesaria para nuestra democracia.