He pasado unos momentos muy agradables leyendo 'García', la novela entrelazada con recuerdos de niñez, escrita por Adrián Ausín. 'Se non è vero, è ben ... trovato', todo lo que nos cuenta el periodista de EL COMERCIO en un relato que describe con pinceladas impresionistas el Gijón de 1979. Escritura amable, en la que se adivina una vaga nostalgia de aquellos tiempos, tan cercanos, y tan diferentes a los de ahora. Aquí sigue la playa de San Lorenzo, aunque ha cambiado con el superpuerto aquella corriente fatídica que parece que nacía en el espigón Príncipe de Asturias. La corriente 'chupaba' a la altura de la Rampla hacia adentro, para formar luego una contracorriente en dirección a la playa que desembocaba en la escalera siete. También permanece, entre otros espacios, la vieja Pescadería, que ha cambiado de función. Donde antes corrían andaricas y dormían merluzas, ahora se acumulan expedientes administrativos. Al igual que aquellos oricios procedentes del concejo de Valdés y que se vendían a paladas, ya han pasado a la historia.
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En el paisaje de 'García' hay un escenario principal. La Academia España, fundada por Cándida Aguirre a principios del siglo XX en la solariega torre y casa de los Jove Hevia. Sin duda, los muros de la vieja casona y academia guardan hermosas y tórridas historias de amor de las que la novela prescinde para recrear sobre unos personajes la intrahistoria gijonesa de finales del siglo pasado. La novela contiene numerosos personajes corales y algunos protagonistas principales. Uno es Yago, en cierta manera trasunto del escritor, y el otro García, todo un paisano.
En la historia de 'García', además de vislumbrar un paisaje norteño que va de Gijón a Valdediós u Orduña, se reivindica una forma de ser y estar en el mundo y que encarna el bueno de García. Un hombre leal, de palabra, comedido, recto y, sobre todo, bueno y generoso. Una persona normal, sin grandes ambiciones, pero con madera de héroe, que vive en un tiempo no muy lejano pero algo perdido al que viajamos a través de las páginas amenas y muchas veces nostálgicas –«se canta lo que se pierde»– de un libro evocador.
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