Hace unos veintitantos años, con motivo de un libro homenaje dedicado al profesor del Instituto Jovellanos Gonzalo Sancho Flórez, 'Pinfi', Guillermo Suárez, Jesús Flórez y ... yo, mantuvimos una cordial relación con Joaquín Manzanares, último cronista de Asturias y eminente conservador del patrimonio arqueológico asturiano. Durante varias tardes, recorrimos con Manzanares los concejos de Noreña y Siero, siguiendo las andanzas y las notas artísticas de Pinfi recogidas en sus dispersos trabajos.
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A Don Joaquín le recogíamos y le dejábamos en su casa del Prau Picón, en donde se atesoran los miles de objetos de su Tabularium Artis Asturiensis, que él nos explicaba con orgullo y pasión. Para él, el valor del Tabularium consistía, más allá de las piezas individuales, algunas muy singulares, en el conjunto concebido como un todo único e indivisible. Manzanares comentaba cómo llegaron al Tabularium las diferentes piezas. Por ejemplo, la cabeza doliente de madera de Cristo, atribuida al Maestro de Oviedo, estaba en un desguace. Otras obras llegaron por donaciones, por compra -tenía una rara habilidad y simpatía para menudear-, y por hallazgos casuales.
El documento epigráfico más importante del Tabularium es la Lápida de Augusto del Cabo Torres, impropiamente denominada 'Ara Sextiana'. La historia de esta lápida es muy peculiar. En la Edad Media se encontraba en una capilla en las inmediaciones de Aboño. En el siglo XVIII se traslada a Carrió, y posteriormente a una finca en Luanco. Manzanares la compró en 1960, adelantándose a la Diputación. Parece que el poseedor de la lápida prefirió vendérsela a Manzanares, «porque usted me cae mejor». En Gijón hubo algunos intentos para que el Ara se quedase en la ciudad, e incluso Ignacio Bertrand, entonces alcalde de Gijón, ofreció a Manzanares la compra del Tabularium y su instalación en la ciudad. Parece que el Pleno se opuso a la pretensión del alcalde, por lo que no se iniciaron las negociaciones.
El Tabularium lleva, desde la muerte de Joaquín Manzanares, veinte años cerrado. ¿No podría el Ayuntamiento, ahora que tanto se habla del Gijón romano, interesarse por el asunto? Hasta el sitio ya se tiene: la Tabacalera, el edificio que al final acabará siendo Museo de Gijón.
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