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Común es existir y la existencia misma es extraordinaria

Nuestra ofuscación por destacar nos lleva al desprecio de lo que nos rodea, y nos hace ejercer sobre nosotros mismos –también sobre otros– una crueldad que asusta. Crueldad innecesaria y ruin

Viernes, 22 de noviembre 2024, 01:00

Al parecer, ser común es un bochorno, un error que debe corregirse a toda costa. Debemos destacar, ser únicos, diferentes, extraordinarios, pero, ¿qué significa exactamente ... no ser común? ¿Tal vez se trata de ser perfecto? La perfección… Qué difícil se me antoja el intento siquiera de imaginar cómo sería tal condición. ¿Hablamos, quizá, de ser mejor que los demás? De acuerdo. Mejores. Es una idea interesante. ¿En qué? Como personas, trabajadores, amantes, amigos, espíritus, familia, etcétera. Qué complicado, de verdad. Yo optaría por ser mejor persona en general, sin necesidad alguna de abandonar mi condición de común para serlo. Me parece que ambas cosas son perfectamente compatibles.

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Común, en la percepción general, se asocia a menudo con la mediocridad. También con la pobreza. Aquí me vuelven las dudas y las preguntas. Este artículo, lo sé, tiene más interrogantes que certezas, pero no puedo evitarlo. Es un tema que me genera dilemas y aun a riesgo de que, como Goethe, me digan aquello de «guardaos vuestras dudas; me bastan las mías», yo aquí las comparto con ustedes. Además, la duda es el principio de la sabiduría. Esto creo que lo decía Descartes, pero, dejemos a los muertos ilustres a un lado —que sé que quedan muy bien en cualquier artículo y crean una aureola de gran sapiencia en quien escribe— y volvamos a la pobreza que se asocia con lo común. ¿De qué pobreza hablamos exactamente? ¿Física, moral o intelectual? Tal vez de todas ellas En ese caso, me pregunto de nuevo, ¿qué tiene de malo lo común? ¿Por qué lo despreciamos?

Lo común, al fin y al cabo, es la base de nuestra vida; lo que hace que el mundo gire y que nuestra existencia tenga sentido. Lo común es el amanecer y el ocaso; lo común son las estaciones y sus ciclos, la primavera con sus flores, el otoño con sus hojas caídas, la lluvia y el sol que nos bañan sin distinguir lo que somos o quienes somos. ¿Y no es todo esto acaso algo extraordinario? La naturaleza misma es común y, al tiempo, profundamente especial.

Nuestra ofuscación por destacar nos lleva al desprecio de lo que nos rodea, y nos hace ejercer sobre nosotros mismos –también sobre otros– una crueldad que asusta. Crueldad innecesaria y ruin. Buscamos ser únicos, diferentes, mejores, algo que a priori no es malo 'per se', pero dejamos de ser nosotros para perseguir una versión idealizada –y muchas veces, la mayoría de hecho, inexistente– de lo que creemos que deberíamos ser. Ojo a esta frase. Creer, deber y ser. Sombría combinación. Copiamos, nos explotamos y, en el proceso, nos hacemos daño. Incluso nos perdernos y dejamos de ser personas en un sentido profundo porque todo se sacrifica para no ser común. Una obsesión además que es agotadora porque nos lleva a un constante estado de comparación y competencia en cualquier ámbito de la vida. Desde el trabajo hasta el arte o incluso en las relaciones personales. Un modo de vivir en el que nunca es suficiente ser quien uno es o aparenta ser. En consecuencia, aquí surge otra pregunta: ¿de verdad es tan terrible ser común?

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Muchas cosas que hoy consideramos comunes fueron revolucionarias en su momento. La electricidad, el agua corriente, la imprenta... En su época, estas innovaciones cambiaron el mundo. El tiempo y el uso las ha integrado en nuestra vida diaria y ahora apenas las notamos, pero aún son extraordinarias. Lo que consideramos común no es algo que nos limita, sino algo que nos sostiene. Cosa que no deberíamos olvidar (y desechar) tan a la ligera.

Común, para mí, no es ser mediocre ni pobre. Tampoco imperfecto. Común es existir y la existencia misma es extraordinaria. Es despertarse cada mañana, respirar, sentir y vivir. Es disfrutar de un café, una conversación, una risa compartida y del calor de un buen abrazo. ¿No es acaso milagrosa la sensación que proporcionan los abrazos? Es aprender, amar, fracasar y volver a intentarlo. Es olvidar para recordar y recordar para no olvidar. Si lo común desapareciera, el mundo perdería su esencia porque lo común es lo que nos conecta y nos recuerda que, en nuestra humanidad, no estamos solos.

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