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Nada

¿Existe realmente la nada? ¿Se debe estudiar la nada? ¿Puede existir algo cuya definición ya explica que es la ausencia de existencia? Debate espinoso, complejo, pero también apasionante

Hemos escrito tanto, tanto, sobre dilemas, deliberaciones, conclaves, elecciones, etc. que ahora que se han acabado (siquiera de forma temporal), parece que al papel en ... blanco que tengo delante solo le apetece continuar así, en blanco. Blanco con el cursor parpadeante mirando de forma retadora a quien estas líneas intenta llenar. Retador porque, oh, no, no quiere que el documento se cargue de tinta.

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¿Se imaginan que ocurriría si enviara este artículo al periódico sin una sola línea? ¿Completamente vacío? Hasta sin título o, quizá, solo con el título. Un rótulo que dijera algo así como 'Blanco' o 'Estoy en blanco'. Sería un ejercicio interesante, desde luego, y la verdad es que no tengo claro qué ocurriría con el experimento. Tal vez saliera publicado tal cual. Al fin y al cabo, el vacío, el blanco, la nada, es un símbolo muy importante también. Forma parte de nuestras vidas, de nuestros sentires y de nuestras decisiones. Por cierto, que palabra más hermosa y a la vez insinuante, sugestiva, es 'sentires', ¿verdad? Me gusta mucho. Deberíamos utilizarla más.

Si bien, el papel no se quedará vacío porque, igual que al olvido, a la nada le tengo bastante miedo y no me importa en absoluto admitirlo. Son algunos de mis mayores temores y también, he de reconocer, de mis obsesiones. La nada siempre ha sido un debate filosófico muy importante y de difícil solución. ¿Qué es la nada? ¿Existe realmente la nada? ¿Se debe estudiar la nada? ¿Puede existir algo cuya definición ya explica que es la ausencia de existencia? Debate espinoso, complejo, pero también apasionante. ¿Qué sentimientos puede producir la nada?

Y no sé si será cosa de Michael Ende y su 'Historia interminable', quién sabe, o simple armonía general del mundo, pero, en mi caso, la nada me produce tristeza y desconsuelo: angustia y cierta melancolía que no sé muy bien cómo explicar. Una suerte de recuerdo de algo que una vez tal vez viví y que no quiero repetir. En realidad, lo sé, no es un recuerdo propiamente dicho. ¿Cómo recordar lo que en verdad nunca se vivió? Es una evocación creada por mi mente a través de las remembranzas de las historias de otros; de esas que no debemos olvidar, pues en ellas reside parte de la verdadera memoria que conforma nuestro todo. Un todo contrario precisamente a la nada. El olvido es la nada.

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«-¿Qué es la Nada?

-El vacío que queda, como una ciega desesperación que destruye este mundo (...)».

Eso explica Ende. Nada es el vacío y el vacío, para mí, es desierto. Nunca me ha gustado el desierto. Sí como escenario propicio de relatos y novelas, pero no para sentirlo demasiado cerca. Desiertos de neón. Quizá por eso llenaron algunos de luces, juegos, vidas exprimidas y canciones que todavía hoy resuenan. Llenar el vacío, la nada, con música y luz. Una vida policromada.

Quedarse en blanco apetece, es tentador. ¿Cómo no va a ser atractivo poder decir adiós, desconectar, ceder y olvidar? Hay agotamiento y el papel lo sabe. El cursor de la pantalla del ordenador, también; y mi voz, igual. Pero las palabras deben salir. Deben continuar camino y llenar esta página y muchas otras que vendrán después. Hojas de periódicos, libros, cuadernos y libretas, ponencias, blogs, guiones, etc. Palabras para proporcionar luz a la oscuridad que simboliza la nada; para procurar sol a la cerrazón que encarna el vacío. Crear historias para que la nada no se extienda ni por Fantasía ni por ningún otro lugar del mundo. Por eso, hoy, este papel no estará en blanco, vacío. Por eso, leerán un artículo sobre cómo la nada, hoy, no pudo con quien les escribe.

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