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Y ahora el volcán

La naturaleza no sabe de afectos; tratamos de tenernos por hijos suyos, pero ella obedece tan solo a sus propias leyes y no a las que se asientan en nuestro corazón

Miércoles, 29 de septiembre 2021, 02:46

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Ahora que el coronavirus comienza a retirarse por fin, después de dos años de infundirnos temor y de alterar nuestras vidas, aparece el volcán, también ... nacido de repente, sin habernos dado nunca asomos de su existencia. El mal absoluto encarnado bajo dos formas opuestas con el mismo fin destructor; lo invisible y lo gigantesco empeñados en mostrarnos nuestra condición de seres débiles e impotentes ante cualquiera de sus salidas de tono. Las imágenes del volcán de La Palma no necesitan palabras; resultan fascinantes en su misma 'terribilitá'. Su presencia pavorosa y sus efectos devastadores no permiten más descripción que su propia contemplación. Una montaña coronada de fuego, vomitando materiales incandescentes y lanzando una columna de humo y ceniza hasta la misma estratosfera, viene a resultarnos un símbolo recordatorio de nuestra propia contingencia; en el fondo, tal vez una alusión al acontecimiento telúrico final que está escrito en nuestros genes culturales. El misterio de las entrañas incandescentes de la Tierra siempre fue una incitación a buscar la trascendencia de lo sobrenatural en el inframundo. Las herramientas de Vulcano están presentes en las reuniones de los dioses, se lee en la 'Ilíada'.

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