Puede que sea esta una expresión de moda en nuestro paisaje y paisanaje asturiano. Si uno se pone a pensar en las veces que la ... ha oído últimamente, o las ocasiones en que él mismo ha tirado de ella para terminar una conversación que ya no da más de sí, quizás le salgan unas cuantas, al menos a mí se me ocurren algunas. Y si calculan las veces en las que, pensando en ella, no la hemos soltado por prudencia o por no sonar demasiado pesimista, tajante, inoportuno o cenizo, surgen muchas más, un montón diría yo.
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La cosa es que al igual que otros soniquetes que llegan a molestar de tanto oírlos, como la dichosa manía de mucha gente de decir '¿Vale?' al terminar una frase, o el pijo 'o sea', con la ese líquida que tanto irrita, lo del 'ye lo que hay' se está convirtiendo en una especie de expresión de uso cotidiano, un comodín que vale para todo. Se puede zanjar prácticamente cualquier conversación con esta frase, y uno se queda tan pancho. Es como una multi herramienta, da igual que la cosa vaya de política, economía, deportes, del tiempo o del sexo de los ángeles, el 'ye lo que hay' es como el negro, que combina con todo. Que si Argelia nos corta el gas, que si el carburante está por las nubes, que si mira qué listas de espera, que si en Asturias vamos cuesta abajo, que si el indio anda revuelto; que si hay pocos guajes por las calles, que si hay que ver cómo sube el carrito de la compra, que si Alonso ya nun garra, que si no subimos a Primera ni con doce, que si no para de llover… Te sueltan esta frase, y asunto terminado, a otra cosa.
Al igual que la sidra, les fabes y el cachopo, el 'ye lo que hay' empieza a ser signo de identidad asturiana. Es más, si se la oyes a un valenciano o a uno de Cuenca, no es lo mismo. No 'ye' lo mismo. Con un 'es' la expresión queda descafeinada, sin fuerza, pierde toda la contundencia, casi diría que no sirve para nada. Y pasa como lo que dicen de la sidra, que pasado el puerto Pajares y el puente de Unquera ya no sabe igual, en este caso ya 'nun' suena igual. Pensándolo bien, no deja de ser un triunfo de la tan ansiada inmersión lingüística: para que quede bien tiene que ir siempre con el 'ye' por delante. Y puestos a perfeccionar el tema, para que funcione como un martillo pilón y deje tras de sí un silencio imposible de vencer, hay que encoger un poco los hombros, tampoco mucho, sin exagerar, y a poder ser hacer un largo parpadeo al tiempo. En ese caso, lo has bordado, has fulminado a tu oponente. Kaput. Hay por ahí mucho profesional de la frase, cada vez más, hay que andarse con cuidado.
La alternativa al 'ye lo que hay', menos frecuente ya, sería intentar llevar la contraria, darle una vuelta más al asunto, discurrir un poco, o incluso esforzarse por buscar alguna idea nueva. Pero, ojo, esto nos puede hacer remar contracorriente y convertirnos en unos pesados, unos pelmas toca narices, gente conflictiva. Alguien dijo algún día que no había expresión más dañina que el 'bien hecho', porque da por bueno lo logrado e impide la búsqueda de la perfección. Se piensa que el 'well done' va a veces contra ese esfuerzo adicional que hace que algo sea extraordinario, sobresaliente, casi perfecto. Algo parecido veo en nuestra frase de moda. En el fondo, la asemejo a la carcoma, a la humedad, o al grimoso moho. El 'ye lo que hay' trae adherido un halo de conformismo, de comodidad, de docilidad, y, lo que es mucho peor, de resignación. En nuestra Asturias de hoy, tal como yo lo siento, estamos sobrados de esto. La gente asturiana siempre hemos tenido fama de contestatarios, peleones, incluso irreverentes, de jugar siempre al ataque y con cuatro delanteros. El asturiano siempre fue frontal, de soltar las cosas como son, maestros del lenguaje directo a diferencia de nuestros vecinos castellanos y cántabros, mucho más sibilinos y refinados. Parece que esto ha cambiado, y la peligrosa frasecita se va instalando en nuestro vocabulario como un virus. Aunque sea injusto generalizar, quizás nos vendría bien un poco más de inconformismo, de creatividad, de ambición por mejorar, y ganas de sudar la camiseta. En todo caso, la buena noticia del 'ye lo que hay' es precisamente que, de momento, hay. Pero tal y como avanzan algunas cosas no se puede dar ya nada por garantizado, y pensar que nos van a venir siempre a solucionar nuestros asuntos desde fuera suena demasiado optimista. En este país por comunidades, cada vez hacemos más de nuestra capa un sayo, y si no, miremos a los vascos, catalanes y navarros, por poner algún ejemplo, y comparémoslos con los de la tristemente llamada España vaciada. Quizás debamos empezar a pensar en que de lo que se trata es de esforzarnos y utilizar nuestro potencial para evitar otra frase mucho más molesta, algo así como un 'ye que ya no hay', que en algunos lugares de nuestra geografía resuena ya.
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