Una de las primeras paradas del turista en Oviedo
Unión. «El ambiente del Antiguo es muy agradable, hay mucha cercanía y desde aquí llegas a todos los sitios»
Comerciantes de la emblemática calle Fierro, en Oviedo, a la sombra del Mercado del Fontán, analizan un verano de contrastes: el auge del turista extranjero convive con un debate sobre su calidad, mientras la clientela fija y la especialización siguen siendo el pilar de unos negocios con décadas de historia en una calle cuya estrechez ha marcado su historia por el espacio que ocupaba el Colegio de Jesuitas y un nombre que no parece adoptarse antes del siglo XIX.
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Doña Josefa
«El ambiente del Antiguo es muy agradable, hay mucha cercanía y desde aquí llegas a todos los sitios de la ciudad en el mismo tiempo, así que eso es un lujo», resume Beatriz Martínez, que desde hace año y medio está al frente de Doña Josefa, una tienda especializada en producto gourmet de pequeños productores. Su negocio es un refugio para los amantes de lo auténtico y de la calidad. Dice que lo primero que se le agota es su producto estrella: el bonito de Cudillero. «Tenemos perdiz escabechada, vinagre artesanal, paté de bonito de Cudillero... Es clientela fija que sabe que aquí lo que quiere lo tiene», explica. A esa clientela local se suma un nuevo perfil. «Hay mucho turista, se oye acento andaluz que hasta hace poco no se oía, e italiano. Entran ovetenses, claro, sobre todo durante el año, pero mucho extranjero ahora», constata. Este auge trae consigo una conversación recurrente: «La hostelería y la gente del mercado están descontentos porque el turismo que viene no es de calidad. El verano es bueno porque los extranjeros dejan dinero, aunque depende de su nivel adquisitivo. El nacional gasta menos», dice.
De Aramburu
Esa percepción de un verano intenso la comparte Dani Téllez desde la tienda de productos asturianos De Aramburu. Para él, el principal desafío no es la falta de trabajo, sino todo lo contrario. «La temperatura es lo peor. Hay que trabajar en festivos, que es cuando más movimiento hay, y al negocio le viene bien», afirma. Su clave para competir es la especialización. «Durante el resto del año vienen los locales, que saben que aquí estamos más especializados». En verano, el perfil cambia: «En agosto hay mucho trabajo con turistas de ambos tipos, nacional y extranjero». En su mostrador, los productos estrella no fallan: «El queso y la fabada son los más demandados».
La Caleyina
Unos metros más allá, en el bar La Caleyina, Eduardo López ofrece una visión más contenida. «Está flojo de gente este verano», comenta, aunque añade un matiz ligado al impredecible clima asturiano. «Cuando no hay sol, se nota que hay más turistas y gente nacional». Para López, que lleva seis años en la calle Fierro tras heredar la tradición hostelera de sus padres de otro bar que tenían, el aumento de visitantes en la ciudad es evidente, pero no siempre se traduce en un lleno constante. «Hay días y días en esta calle, pero es buena».
Maribel
La perspectiva de la experiencia la aporta Marta Gangoso, de la quesería Maribel, un negocio icónico que lleva en la calle Fierro casi ochenta años cuando este diciembre cumpla 79 años en la misma ubicación, viendo pasar generaciones de clientes. «Nuestros productos estrella son los quesos y la fabada. Nos distinguimos por la calidad y la cercanía», afirma con orgullo, «que es lo que nos queda al pequeño comercio», remarca. Para ella, el secreto de la supervivencia es claro: «El pequeño comercio es algo que todo el mundo necesita, y este negocio todavía mantiene la clientela de varias generaciones».
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