Josep Maria Flotats vuelve a Asturias
Josep Maria Flotats hace doblete en Asturias con 'Voltaire / Rousseau. La disputa', que este sábado está en el Jovellanos y el domingo en el Niemeyer
m. f. antuña
Viernes, 5 de abril 2019
Teatro de ideas, con humor, con profundidad, con debate abierto entre dos personajes históricos reunidos por obra y magia del teatro. 'Voltaire / Rousseau. La disputa' es el título de la última propuesta escénica de Josep Maria Flotats (Barcelona, 80 años), que dirige y protagoniza junto a Pere Ponce un texto del autor francés Jean Françoise Prévand traducido por Mauro Armiño al castellano. Todo comienza con un panfleto anónimo que acusa a Jean Jacques Rousseau de haber abandonado a sus cinco hijos; este acude a Voltaire para averiguar juntos quién está detrás del bulo.
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-Un caso de 'fake news' en toda regla. ¿No hemos inventado nada?
-No, no solo no hemos inventado nada sino que además no lo hemos resuelto. Nos dan ciertas pautas esos ilustrados para intentar solucionar las cosas y nos ofrecen un debate apasionante. Nos interesan esos grandes pensadores porque la condición humana sigue siendo la que es, de modo que a ver si conseguimos aprender un poco para mejorar la sociedad.
-¿Qué pasaría si estos dos levantaran la cabeza?
-Hay cosas sobre la investigación científica que me imagino que les dejaría alucinados, mi misma generación está alucinada ya. Sobre el fondo dirían, claro, que han mejorado muchísimas cosas, y han cambiado, pero nuestra sociedad parece que no es adulta, padece jaquecas continuamente, avanza, se para y luego vuelve atrás, en todas las victorias sociales, en toda la manera de entender el mundo. Primero descubrimos que el plástico era un gran invento y ahora estamos muriéndonos por culpa del plástico. Digo esto como un pequeño ejemplo ecológico que le gustaría a Rousseau.
-¿Qué nos queda hoy de estos dos personajes en otros de como Casado, Sánchez o Rivera?
-Sí que queda, claro, como todas las grandes ideas quedan, pero lo que pasa es hasta qué punto han sido deformadas. Si tocamos el tema de la religión, una cosa es el cristianismo, otra cosa es la Iglesia católica de Roma. A lo largo de los siglos, los papas se casaban, hacían guerras, la Inquisición quemaba... ¿Qué tiene que ver eso con Jesucrito? De otro lado, tenemos el contrato social de Rousseau, que es marxismo, que es una reflexion sobre el derecho que tiene todo ser humano a vivir con dignidad, que tiene que ver con lo que sucede con el capitalismo salvaje o con el comunismo, pero que es un postulado que se puede debatir. Rousseau dice que el primer criminal fue quien empezó a poner vallas al campo y dijo 'esto es mío' y Voltaire le responde 'queréis privar al que ha sembrado del fruto de sus esfuerzos'. Gran debate. ¿Verdad?
-Hoy que todo se dirime en Twitter, ¿no es mucho arriesgar llevar al teatro un debate de ideas ?
-Podría parecer arriesgado, pero es tan ingenioso, tan brillante cómo se ha construido el diálogo entre los dos. En realidad todo lo que dice Voltaire le pertenece, y todo lo que dice Rousseau, igualmente, lo que ha hecho es hilvanarlo y hacer un diálogo que nunca existió salvo a través de la correspondencia. Con la excusa del panfleto, el autor los reúne y da pie al debate. Pero no es un tratado de filosofía, se habla de la tolerancia, el fanatismo, la educación, el teatro, la mujer, la propiedad, la cultura, la literatura, la poesía, el amor. Son dos escritores, dos filósofos, dos ilustrados ilustradísimos, y es un placer oírles porque son brillantes, inteligentes, y tienen ironía y sentido del humor. El público no necesita haber leído, muchos los descubre en la función.
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-¿No le sorprende que se descubran ahora?
-Eso es otro tema. Es culpa del sistema educativo, pero mejor tarde que nunca. Hay algo muy brillante en la obra, y es que el público está en unos momentos con uno y en otros con otros. Somos los tataranietos de la Ilustración, y somos una parte Rousseau y otra Voltaire. Hoy en día, incluso un hombre conservador tiene una parte 'roussoniana' y un hombre muy de izquierdas, también es un Voltaire.
-¿Cómo dio con el texto?
-Conozco al autor, es la ventaja de haber vivido 24 años en París.
-¿Por qué tanta afición por las dramaturgias francesas?
-Es donde me he formado, lo que más conozco. Vengo de esa escuela y tengo relación con directores, actores y autores contemporáneos. Tengo la sensación de conocerlo un poco mejor y más posibilidades de montarlo bien.
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-¿Por qué Pere Ponce en el papel de Rousseau y usted en el de Voltaire?
-Pere Ponce está magnífico. Lo elegí porque no quería que Rousseau fuera un personaje antipático, Voltaire lo puede ser un poco porque es tan viperino a veces, prepotente, pero Rousseau es más débil interior y humanamente y con una ternura mal colocada, es un poco enfermizo. Pere tiene un sentido del humor muy elevado y pensé que el personaje lo necesitaba, que eso le daría una ligereza y la poesía que en la escritura podía no estar. No quería que fuese un personaje apagado, quería equilibrar la balanza entre los dos.
-Cambiando de tercio. Usted es catalán. ¿Cómo lleva lo que pasa en su tierra?
-Con dolor. No quiero hablar del tema. Terreno privado.
-Cómicos en los juzgados. ¿Qué me dice?
-Me parece que es un poco excesivo, valleinclanesco incluso. Debe ser que está en los genes de nuestra sociedad y de vez en cuando resurge. Debe ser que nos creemos más europeos del norte y resulta que no.
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-¿Cómo se lleva con las redes sociales?
-Ni bien ni mal. No estoy. No entro. Ahora bien, entre Voltaire y Rousseau, las redes sociales hubieran estado ardiendo.
-Vaya, que aunque no esté, se entera de lo que se cocina en las redes.
-No me he muerto, sigo viviendo, y a veces alguien te manda algo y lo lees, pero ni contesto ni me meto ni lo sigo. No estoy, pero sí intento estar al corriente del mundo en el que vivo, intento informarme dentro de una cierta desinformación imperante.
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-Son tiempos confusos. ¿Estos dos se volverían locos?
-Seguramente, pero los suyos también lo fueron. Ellos viven 35 años antes de la revolución francesa y lo que dicen tiene un valor extraordinario. Son dos ejemplos de coraje, de compromiso, de gente que defiende sus ideas al máximo.
-¿Ya sabe qué será lo próximo?
-Siempre tengo, pero decidido todavía no.
-O sea, que nada de jubilación.
-Ni hablar. ¿Para qué? Mientras se pueda hacer esta cosa tan magnífica de estar al servicio de un autor y de comunicarse con el público, es una aventura maravillosa. Es que no es un oficio, es una pasión, y las pasiones se van con la vida.
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