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Marta Elena Álvarez Argüelles, Javier García Fernández , Leonor Suárez, Álvaro González Castro, Teresa González Budiño y Verónica Real. josé vallina

Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2020 | «Trabajamos todos en todo y sin galones»

Los sanitarios claman por la responsabilidad individual ante una segunda oleada de covid «que se está convirtiendo en un tsunami»

m. f. antuña

Martes, 13 de octubre 2020, 01:15

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Les despidió un aplauso eterno. En el Almacén de la Fábrica, el público que les escuchó atento durante algo más de una hora les aplaudió pese a haber sido testigo de cómo reiteraron y clamaron que más que sonoras palmas quieren «menos botellones», responsabilidad individual, distancia. Quieren un compromiso colectivo para frenar la covid 19 como el que en los días más duros de la pandemia hizo que se levantara un hospital en Ifema en 24 horas, que se medicalizaran residencias de ancianos, que se multiplicara hasta el infinito y casi más allá la capacidad del laboratorio de microbiología del HUCA. «Trabajamos todos en todo y sin galones», resumía Javier García Fernández, enfermero de Oviedo, a quien ayer todavía se le erizaba la piel recordando aquellos días. Fue él uno de los participantes en el homenaje a los sanitarios españoles en primera línea contra la covid, Premio Princesa de Asturias de la Concordia, que sirvió para rememorar el pasado, para hablar del presente y para mirar al futuro implorando el buen hacer de todos. «Hay que escuchar más a los científicos y menos a los líderes de opinión», dijo Teresa González Budiño, neumóloga del HUCA –que tenía que haberse jubilado en mayo pero siguió trabajando– con el respaldo unánime del resto de su compañeros de debate, Marta Elena Álvarez Argüelles, viróloga del laboratorio del HUCA, Álvaro González Castro, coordinador clínico de la covid del mismo hospital, y Verónica Real, supervisora de enfermería del SUMMA 112 de Madrid y que coordinó lo tocante a su gremio en puesta marcha de Ifema.

Todos ellos, guiados por la periodista Leonor Suárez y con los retratos de sus colegas y compañeros de premio obra de Muel de Dios como fondo, fueron transitando por los caminos de una pandemia imprevisible que aún les reclama esfuerzo. No hay que olvidar que estamos en plena segunda oleada, y que, como dijo Marta Elena Álvarez, «se ha convertido en un tsunami». Pero los sanitarios, pese a que saben que el virus muta, que el que circula hoy ya no es el de ayer, y que habrá más sorpresas, sí sienten un plus de tranquilidad respecto a aquellos primeros días en los que «luchábamos contra las sombras, porque no sabíamos lo que era», en palabras de Javier García, que se encargó de medicalizar la residencia de ancianos de Grado. Entonces, en los inicios, el trabajo se multiplicaba y la sensación de estar en una película las 24 horas campaba por hospitales, calles y laboratorios. Lo sabe bien Verónica Real, protagonista de una en la que el único malo era el virus y que dio a luz el hospital de Ifema: «La unión y el esfuerzo de todos los colectivos fue grandísimo, no había límites, y cuando todo el mundo rema, no se puede fallar», resume esta mujer que vio llegar a enfermos en autobuses al recinto ferial con una especie de sensación bélica y con una pregunta escrita en el rostro: «¿Pero a qué he venido yo aquí?».

En Asturias las cosas nunca fueron tan dramáticas como en Madrid, pero recordaba Álvaro González que la primera semana de abril se vivió lo peor. Para él, para Teresa, para Javier y para los técnicos del laboratorio que de procesar 300 muestras pasaron a las 2.300 actuales. «Seguimos sin saber dónde esta límite», decía Marta Elena Álvarez, sabedora de que la presión continúa y que el tiempo que ellos tarden en resolver una muestra –ahora mismo el resultado del 95% de las pruebas PCR se da en menos de ocho horas– «puede ser crucial para frenar el virus».

Pero es que, además, detrás de los profesionales, de las reuniones, de los protocolos, de los diagnósticos, están las personas que también tienen miedo, a contagiarse ellos y a contagiar a los suyos. Y además, nadie es inmune al sufrimiento ajeno, al señor que está solo en la habitación y su única visita son una suerte de astronautas sin rostro vestidos con EPI. «El miedo lo vas superando. Hay pacientes y hay que atenderlos», concluye Teresa González. He ahí la máxima de los sanitarios.

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Pero la cuestión ahora es otra. Llegados a la segunda oleada, a los sanitarios les preocupa que todos los demás cumplan su misión. Empezando por los políticos. No les gusta el desacuerdo interminable: «Es duro que se tomen decisiones de ámbito más político que epidemiológico», subrayó Álvaro González. Por eso urgen conciencia y consciencia. «Tenemos que ir al origen, evitar que el sistema colapse y, como no podemos esperar que la vacuna llegue en unos meses, hay que asumir responsabilidad a nivel individual», concluyó.

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