Peña Rueda: la gran muralla asturiana que se asoma a Las Ubiñas
Esta ruta asciende a una montaña icónica de Asturias y de Las Ubiñas. Su cumbre, por encima de los 2000 metros, resulta un balcón maravilloso. El camino que conduce hasta allí, un viaje casi de cuento a través de bosques, brañas y laderas entornadas llenas de memoria y magia
Hay montañas que parecen estar quietas desde siempre. Otras, como Peña Rueda, dan la impresión de haber llegado hasta su lugar rodando, como si alguien ... la hubiera soltado desde lo alto del cielo y hubiese encajado a la perfección en la entrada del macizo de Las Ubiñas.
Publicidad
Tal vez por eso los antiguos la llamaron «Ruea», un topónimo que alude a lo redondo, a lo que gira, a lo que traza círculos invisibles sobre el paisaje… Cuando se camina hacia ella cabe imaginar: ¿Y si alguna vez rodó? ¿Y si sigue haciéndolo, en los días de niebla espesa y viento intenso, sin que nadie la vea?
Datos de la ruta
-
Tipo de ruta: Circular
-
Dificultad: Moderada..
-
Distancia aproximada: 15 km
-
Tiempo aproximado: 6-8 horas
-
Desnivel aproximado: 1.300 m
Leyendas aparte, Peña Rueda es mágica. Un monte de esos que encandila. Con sus 2.152 metros, puede decirse de ella -sin exagerar ni un ápice- que es una de las cumbres más fascinantes de la montaña asturiana.
Además, hay algo en su ubicación, en su aislamiento, que la hace especial: como si custodiara la entrada a un territorio mayor. Como si ella –solitaria, fuerte y bella- fuera la encargada de velar la vigilancia de este reino de caliza intensa y verdes profundos.
Publicidad
Y vale que no es la más alta, pero sí es una de las más imponentes: su cara sur dibuja una pared inmensa, vertical, que le ha valido el sobrenombre de la gran muralla asturiana. Desde su cima, brillante y cómoda cual trono, se contemplan los gigantes de este mundo llamado Ubiñas en primera plana: una perspectiva que emociona y se graba para siempre en el alma.
La ruta que aquí se propone conforma una circular: un camino con forma de redondel que hace homenaje al nombre de la montaña que se busca conquistar.
Publicidad
La traza, inolvidable, asciende desde Lindes atravesando territorios de hayas y vegas de altura antes de enfilar el Cuchillar de la Rueda, cresta noreste de la Peña que recuerda a un paisaje de otro mundo, afilado y áspero. Tras tocar la cumbre (y detenerse a admirar el increíble panorama que se contempla) se pone rumbo de atravesando laderas escarpadas, bosques de enorme belleza, restos de antiguas trincheras y brañas centenarias.
En definitiva, que subir a Peña Rueda es una experiencia que abarca mucho más que caminar. También es una travesía por la memoria del paisaje; también es recorrer un sendero imprescindible de los montes de Asturias...es bucear en la etnografía, en la belleza, en lo singular, en lo especial…es –sin más vueltas- prospectar a base de pasos y miradas ese territorio sagrado, envolvente, mágico y único de Las Ubiñas.
Publicidad
Paso a paso de la ruta circular desde Lindes a Peña Rueda:
Partimos de Lindes, en el concejo de Quirós. Hay que cruzar el pueblo y seguir los carteles indicativos hacia Peña Rueda. No hay pérdida. El sendero asciende con suavidad entre revueltas y pronto se encuentra con una portilla: al otro lado hay un bosque profundo que vamos a cruzar por el medio.
El camino se interna en un hayedo de los que dejan huella: profundo, silencioso, vestido con una gama cromática especial ... La traza serpentea entre altos ejemplares de haya y a través de un suelo cubierto por miles de hojas secas, rojizas y crujientes.
Publicidad
Al salir del hayedo, el paisaje se abre de pronto y llegamos a la Vega de Manín, un paraje amplio y despejado. Huele como a libertad. Desde aquí ya se accede directamente a la falda de la montaña, y el terreno empieza a ganar en carácter y verticalidad. Hacia el este, asoma el Tapinón, el dos mil más oriental del macizo: recuerda a un guardián del paso hacia cotas más altas.
Desde aquí, el sendero nos lleva a buscar la falda de la montaña, todavía desfilando entre verdes prados mientras se acaricia una ladera cada vez más entornada, que se va cerrando a medida que ganamos altura. A lo lejos, el paisaje empieza a cambiar de tono: la caliza asoma ya entre la hierba, y el ambiente se vuelve más mineral.
Noticia Patrocinada
El camino hacia los altos atraviesa zonas de pasto y pequeñas vegas, siguiendo un sendero de tierra bien marcado, que se abre paso con naturalidad. Cada paso alarga la vista, cada curva muestra un poco más del horizonte.
La traza gana altura sin prisa, de forma constante, hasta desembocar en Vallina Grande, una amplia y despejada zona de alta montaña donde el terreno se endurece. Aquí ya se palpa el ambiente de cumbre y toda esa esencia que desprenden las montañas viejas.
Publicidad
Con apenas unos pasos desde Vallina Grande, sucede la magia: el paisaje cambia radicalmente, dejando atrás los verdes intensos para sumergirse en un reino kárstico. Las piedras comienzan a dominar el terreno, marcando el inicio de la última y más mineral de las etapas.
La pendiente se endurece mientras ganamos altura hacia el Cuchillar de la Rueda, la cresta norte de la montaña. Lo llaman así por algo: afilada como un peine de piedra, parece hecha de navajas calizas que cortan el cielo.
Publicidad
No hay pérdida. A medida que ascendemos, las vistas se abren como un abanico: el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa despliega su relieve, majestuoso y salvaje, con todas sus cumbres al alcance de la mirada.
Finalmente, alcanzamos la cumbre de Peña Rueda (2.152 m). La sensación es de altura, pero también de privilegio: desde este mirador natural se contempla un mar de montañas —Los Fontanes, Ubiña la Grande, Ubiña la Pequeña, Fariñentu, Gorrión...—, un mapa de piedra que corta la respiración.
Publicidad
Desde la cumbre, el descenso comienza en dirección a las trincheras, ubicadas entre Peña Rueda y el Vaso de Rueda, que se adivina más abajo como una hondonada vestida de hierba y piedraque parece recoger todo el eco de las alturas.
Al cruzar el vaso se alcanza Fontes, un collado amplio y aéreo, situado casi a los pies del Ranchón, pico poderoso que supera los 2.100. Desde aquí, jitos dispersos guían el camino, que se desliza hacia La Cardosina, una braña tranquila y bellísima en un paraje de cuento.
Pero aún no se acaba la belleza: el itinerario continúa hacia la Foz Grande a través de un frondoso bosque de carrascos, donde el sendero se pierde entre ramas bajas, raíces y claros escondidos. Luego, aparece una última braña: Los Cuadros, donde el ganado pasta en calma, rodeado de un verdor que vuelve a tomar las riendas del paisaje.
A partir de aquí, el sendero gana en magia y cambia de aire entrando en un extenso y poblado hayedo. Hayas centenarias conviven enredadas con ejemplares más jóvenes, dibujando un paisaje de verticalidades y penumbras. La sensación es de catedral vegetal, de altar en cada rincón, de luz danzante que filtra el bosque como si lo bendijera.
Publicidad
Ya queda poco para concluir el viaje. Tras dejar atrás el precioso hayedo de la Foz se alcanza otro bosque de hayas más. Por él, el camino desciende suavemente, envuelto en verde, hasta devolvernos a Lindes, el punto de partida, donde se cierra esta circular completa, intensa, y profundamente evocadora por el corazón del territorio mágico de Las Ubiñas.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión