Prohibidas las siestas en Ikea
Los clientes chinos usaban sin tapujos los muebles expuestos en las tiendas del gigante sueco para dormir a pierna suelta, lo que impedía su venta
Zigor Aldama
Jueves, 9 de abril 2015, 03:51
Antes de comprar, pruébelo. Es la máxima por la que se rigen los consumidores chinos. Al menos, los que visitan las gigantescas tiendas con las que la multinacional Ikea se ha hecho un hueco en el mercado más jugoso del planeta. Y es imposible saber si una cama resulta cómoda tumbándose en ella sólo dos minutos. Por lo menos hay que echar una siesta. Es lo que piensan quienes llegan en pijama y camisón para disfrutar de un sueño reparador en los colchones que la marca sueca muestra al público. Porque los hay que echan una cabezada furtiva en una esquina, pero no faltan quienes incluso se llevan el antifaz para evitar la luz y tratan de conseguir algo de intimidad bloqueando la vista con cualquier objeto a su alcance. Tal es su número y diversidad que un fotógrafo de la agencia Getty incluso hizo un ensayo gráfico sobre el fenómeno. Pero el descanso gratuito se acabó: desde esta semana en los establecimientos de Pekín ya no se puede sestear.
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«Nosotros venimos aquí porque podemos estar más cómodos que en casa y nos ahorramos el aire acondicionado o la calefacción», comentaba en el portal de noticias Sina una mujer de la tercera edad que acudía asiduamente con su marido a una de las tiendas de Ikea. «Podíamos leer el periódico, charlar y dormir un rato. Y creo que no molestábamos a nadie», se quejaba. De hecho, fue la propia Ikea la que en su día invitó a sus clientes a que utilizasen a su placer los muebles expuestos. Es más, el año pasado uno de los portavoces de la compañía reiteró que no tenía inconveniente en que la tienda se convirtiese en un hogar temporal. «No hacemos nada para atraer o disuadir a los dormilones en China. No lo vemos como un problema y estamos contentos de que se sientan como en casa», afirmó en su día Josefin Thorell.
La cuestión es que no creían que los chinos se fuesen a tomar tan en serio sus palabras, y los empleados aseguran ahora que tanta gente durmiendo molesta a quienes realmente están pensando en comprar algo. Definitivamente, no es una buena forma de hacer negocio. Y en ocasiones incluso resulta antiestético: hace dos años, una anciana ayudó a orinar a su nieto en una botella de plástico mientras el niño estaba de pie sobre una de las camas. La escena, lógicamente, no invitaba a la compra sino a mirar hacia otro lado. Desafortunadamente para la multinacional, estas situaciones propias de cualquier lugar en China no le son ajenas desde que se implantó en el país.
Y es que no es la primera vez que Ikea tiene problemas con los clientes chinos. Hace unos años a la empresa se le ocurrió ofrecer café gratis a todos los que estuviesen en posesión de una tarjeta de fidelización. Las consecuencias saltaron de nuevo a la Prensa: cientos de personas tomaron los restaurantes durante las reuniones semanales de los Amantes del Hogar y los convirtieron en un rincón del amor que utilizaban para realizar citas a ciegas. Una vez más, la iniciativa tuvo que retirarse.
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