Urgente Prisión para el acusado de robar en gasolineras de Asturias
Karla Jacinto.

Una víctima del tráfico de seres humanos en México: «Fui violada 43.000 veces»

Karla Jacinto sufrió abusos sexuales por primera vez cuando tenía cinco años y pasó a formar parte de una red de trata de personas. «Veinte hombres al día. Algunos se reían de mí porque lloraba», denuncia

e. c.

Viernes, 13 de noviembre 2015, 12:43

Karla Jacinto ha vivido un infierno y ahora ha decidido alzar la voz y denunciarlo. «Me han violado 43.000 veces», confiesa al mundo sin romperse. Ese es el número de agresiones sexuales que calcula que ha sufrido desde que cayó en manos de las redes de trata de personas cuando tenía 12 años, según ha revelado en una desgarradora entrevista con CNN. Durante cuatro años, unos 30 hombres al día la forzaron a mantener relaciones sexuales.

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Pero su calvario empezó mucho antes. «Vengo de una familia disfuncional. Abusaron de mí sexual y emocionalmente desde los cinco años», cuenta. Tenía 12 años cuando un traficante de personas le engañó para subirse a su coche. Ella estaba esperando a unos amigos en el metro, pero acabó cayendo en sus redes.

El hombre utilizó a un niño pequeño para atraerla, que le ofreció golosinas y la condujo a quien se las había dado. Se presentó como un vendedor de coches de segunda mano. De buena presencia y modales, recuerda Karla, se ganó fácilmente su confianza. Además, le dijo que él también había sido víctima de abusos.

La llamó una semana después, y Karla estaba emocionada. El hombre la invitó a hacer un viaje a la cercana ciudad de Puebla y la impresionó al presentarse con un gran coche rojo. Poco a poco, el traficante, de 22 años, la convenció de que se fugara con él. Vivieron juntos tres meses. «Él me amaba, me compraba ropa, me daba atención, me traía zapatos, flores, chocolates, todo era hermoso», recuerda. Sin embargo, ese mundo colmado de mimos se convirtió en una pesadilla. Le ordenó que se prostituyera y le dio toda clase de detalles. Le aconsejaba sobre las posturas que debía adoptar, la tarifa que debía establecer, la forma en la que tratar a los clientes...

«Se reían de mí porque lloraba»

Fue el inicio de cuatro años de infierno que comenzaron en Guadalajara, México. «Empezaba a las 10.00 horas y terminaba a medianoche. Estuvimos allí una semana. Haz las cuentas. Veinte hombres al día. Algunos se reían de mí porque lloraba. Tenía que cerrar los ojos para no ver lo que me hacían y no sentir nada», recuerda visiblemente emocionada. La enviaron a otras ciudades, a prostíbulos, moteles de carretera, calles de prostitutas e incluso casas particulares. Trabajaba sin descanso. Sin tiempo para respirar, para vivir, para soñar como cualquier niña de su edad. Los clientes aumentaron a 30 al día.

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Un pequeño rayo de esperanza apareció en su vida cuando, un buen día, la Policía irrumpió en un hotel en el que se ejercía la prostitución. Los agentes echaron a todos los clientes y cerraron el establecimiento, por lo que tanto Karla como el resto de chicas que estaban con ella creyeron ver la luz al final del túnel. Nada más lejos de la realidad: los policías las metieron en diferentes habitaciones obligándolas a realizar diferentes posturas mientras las grababan en vídeo y las amenazaban con enviar las imágenes a sus familias si no hacían lo que ellos querían.

Fue madre con 15 años

«Pensé que eran asquerosos. Ellos sabían que éramos menores de edad. Ni siquiera estábamos desarrolladas. Teníamos caras tristes. Algunas niñas apenas tenían 10 años. Había chicas que estaban llorando. Les dijeron a los agentes que eran menores de edad y nadie les prestó atención», relata Karla, que por entonces tenía 13 años. Dos años después, Karla fue madre. El propio padre de su hija un proxeneta utilizó a la bebé para amedrentarla aún más: si no cumplía sus órdenes, la mataría. No pudo disfrutar de su hija, pues el proxeneta se la llevó cuando tenía un mes y no volvió a verla hasta el año siguiente.

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En 2006, terminó por fin el calvario de Karla después de que fuera liberada durante una operación contra el tráfico de mujeres en la Ciudad de México. Apenas tenía los 16 años y ya había sido víctima de inhumanas e inaceptables situaciones. Ahora, con 23 años, Karla utiliza su terrible experiencia para concienciar sobre el problema de la prostitución obligada y cuenta su historia en eventos y conferencias. El propio Papa Francisco estuvo junto a ella en el Vaticano el pasado mes de julio, y el Congreso de Estados Unidos tuvo la oportunidad de escucharla en mayo.

«Estas menores están siendo secuestradas, atraídas y apartadas de sus familias. No sólo me escuchen a mí. Necesitan aprender de lo que me ocurrió y quitarse la venda de los ojos», dijo Karla. Su testimonio fue utilizado como muestra a favor de la conocida como Ley Megan, que obliga a las autoridades estadounidenses a hacer pública la información de la que disponen sobre delincuentes sexuales registrados. Estos datos suelen difundirse a través de páginas web gubernamentales propias de cada estado, en periódicos y otros medios de comunicación.

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Es una de tantas víctimas del tráfico de personas entre México y Estados Unidos, un submundo que ha acabado con las vidas de miles de chicas mexicanas deseosas de cruzar la frontera hacia el norte. Es un negocio que mueve mucho dinero. Investigadores de las fuerzas de seguridad de ambos países apuntan a que Tenancingo, una ciudad del centro de México, es la base de estas operaciones. Aunque su población oficial es de sólo 13.000 personas, los expertos señalan que un gran número de ellas se dedican al negocio de la trata.

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