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El gijonés Arturo Cueva se encuentra de nuevo en Tanzania, donde ha comenzado una nueva campaña de excavaciones. e. c.

El equipo de Arturo Cueva desvela la evolución de la tecnología lítica de los primeros homínidos

El gijonés trabaja en el yacimiento tanzano de Oldupai, uno de los sitios paleontológicos más importantes del mundo, ocupado desde hace dos millones de años

M. F. Antuña

Gijón

Sábado, 19 de marzo 2022, 22:04

Oldupai (Tanzania) es algo más que uno de los sitios paleontológicos más importantes del mundo. Es, por así decir, la cuna de humanidad. Hace ... dos millones de años que los homínidos ocuparon este lugar al que hasta hace poco se ha conocido como Olduvai (ahora recupera el nombre original de Oldupai) y al que acude la ciencia para encontrar respuestas sobre ese lejanísimo pasado.

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Entre quienes indagan porqués y cómos, Arturo Cueva Temprana, un gijonés de 29 años que desde 2019 forma parte de un proyecto que une al Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, del que es investigador, con otras instituciones académicas internacionales. Especialista en tecnología lítica, es decir, en la evolución de las herramientas de piedra, sus usos y funciones, centra su trabajo en el corazón del este de África, el Rift, una región privilegiada para la investigación del origen humano en la que durante más de un siglo han trabajado y siguen haciéndolo arqueólogos de todo el mundo. Pues bien, la revista 'Frontiers in Ecology and Evolution' acaba de sacar a la luz las conclusiones de un estudio que él ha liderado. Lo que viene a decir su investigación es que los primeros homínidos de hace dos millones de años desarrollaron una tecnología lítica que les permitió hacer frente a los cambios medioambientales que afectaron a sus ecosistemas durante más de 200.000 años.

Algunas herramientas halladas EC

«Está investigación continúa con una premisa clave desde hace años: que la relación de los humanos con su medio natural determina en gran medida el despliegue tecnológico», apunta el investigador gijonés. Abunda el material publicado al respecto, pero este artículo es relevante por dos razones: «Por un lado, analiza una secuencia cronológica muy amplia y muy bien documentada a nivel ambiental, algo de lo que tenemos muy pocos ejemplos en África Oriental. Por otro lado, a pesar de que los estudios sobre herramientas de piedra son muy antiguos, nosotros incluimos una propuesta metodológica nueva, que permite reducir en parte el aspecto subjetivo de la interpretación arqueológica a partir de la aplicación de un método matemático», subraya. Se refiere al VRM (Método de Reconstrucción Volumétrica), para cuyo uso ha sido fundamental la colaboración con el doctor Diego Lombao, del IPHES de Tarragona, una de las entidades participantes junto a la Universidad Autónoma de Madrid y otras de Tanzania, Australia y Estados Unidos.

El asturiano y el resto del equipo han podido documentar, a partir de los restos hallados en las campañas arqueológicas desarrolladas en 2018 y 2019, una secuencia de cinco fases que van desde hace 2,03 millones de años a 1,83. Las herramientas de piedra más antiguas desenterradas en este yacimiento tienen dos millones de años y se han hallado también restos óseos de grandes mamíferos, como hipopótamos, panteras, leones, hienas y primates, así como de reptiles y aves. Era sabido ya con anterioridad que esa zona sufrió cambios medioambientales drásticos en el periodo estudiado. Se pasó de praderas de helechos a mosaicos de bosques, paisajes incendiados de manera natural, bosques lacustres, palmerales y hábitats de estepas secas. Pero esos cambios no alteraron las herramientas que acompañaron su día a día ni la manera en la que las produjeron. Más bien la adaptación de estas herramientas tuvo que ver con las materias primas y su tamaño. Fue, pues, para esos homínidos un camino natural. Esa tecnología «constituye un rasgo adaptativo versátil, que no requirió de pequeños ajustes tecnológicos para satisfacer eficazmente las demandas ecológicas de los homínidos en diferentes tipos de entornos», concluye el estudio.

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Arturo Cueva lo explica de la siguiente manera: «Que los humanos se adapten específicamente no es algo sorprendente en sí mismo. Para nosotros, la sorpresa apareció cuando vimos que la tecnología no cambiaba a pesar de los drásticos cambios ambientales. Esto es importante, porque, tradicionalmente, se ha considerado la Olduvayense como una tecnología primitiva y estática, puede que solo como un primer paso para las espectaculares herramientas de piedra que aparecerían posteriormente. Ante esto, nuestro trabajo indica que, dentro de su simplicidad, esta antigua tecnología resulta un recurso adaptativo tremendamente eficaz, puesto que su uso, inalterado y a través de cambios climáticos verdaderamente exigentes, permitió la subsistencia de los homínidos durante casi 300.000 años».

Núcleos de guijarros y adoquines y escamas de bordes afilados y adoquines poliédricos eran sus versátiles herramientas que no variaron con el cambio de hábitat. Y eso significa que estos primeros humanos tenían la capacidad de comportamiento para explotar de manera continua y constante una multitud de hábitats, utilizando conjuntos de herramientas que servían presumiblemente para procesar plantas y matar animales.

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El trabajo no se detiene. Arturo Cueva se halla estos días trabajando en una nueva campaña de excavaciones en Tanzania. Aún quedan misterios del pasado por desvelar. Puede que pronto haya nuevas publicaciones.

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