Franco, casado en Oviedo

No era habitual que la foto de una boda, por más importante que fuera, llegase a portada de nuestro periódico. Existían, cómo no, los ecos de sociedad; se daban siempre cuenta en nuestras páginas de las pedidas de mano, de los matrimonios y las lunas de miel de los más privilegiados, pero una foto, cuanto más en portada, no. Y, sin embargo, hace ahora un siglo, el enlace en la iglesia ovetense de San Juan el Real de Franco, por entonces jefe del Tercio, y Carmen Polo, fue la excepción que confirmó la regla. Medio siglo más tarde, en 1973, lo recordábamos así: «El 22 de octubre de 1923» (en realidad fue el 23, porque los lunes no salía el periódico, y la boda fue el 21), «EL COMERCIO, en contra de su confección acostumbrada, ocupó la parte más importante de su primera página con la información sobre un enlace matrimonial (...) Medio siglo después, la reproducción de aquella primera página constituye un testimonio indiscutible del prestigio de que ya por entonces gozaba en todo el país quien viene rigiendo los destinos de España desde 1936».

Muchas cosas habían cambiado, eso era verdad, en el transcurso del medio siglo entre ambas fechas. De una dictadura -la recién implantada de Primo- a otra, que en 1973 ya lanzaba sus últimas bocanadas, pero, a fin de cuentas, seguía viva. Inevitable, por tanto, que EL COMERCIO hablase aún de una «jornada entrañable» que había dado lugar a «la ejemplaridad de un matrimonio que carece de crónica llamativa porque ha sabido mantener celosamente el supremo valor de la fidelidad y la entrega a la familia». De una u otra forma, la boda de Franco, por entonces 'solo' un exitoso teniente coronel, con la 'socialité' ovetense Carmen Polo había supuesto, en 1923, «un verdadero acontecimiento».

Con esas mismas palabras lo pudieron leer las gijonesas y los gijoneses hace cien años. En el mismo ejemplar de nuestro diario, aunque en segunda plana, se publicitaba ya el somatén, institución parapolicial que el régimen de Primo potenció. «Por 25 pesetas al mes entregamos en el acto el arma que desee», prometían. España cambiaba. Y menuda la que se venía.

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