Pasando consulta en el Malet
El popular hotel de la calle Corrida era sede ocasional de algunos médicos forasteros que prometían devolver la vista a los ciegos
Viernes, 8 de septiembre 2023, 01:26
Puede que fuera, sencillamente, publicidad un tanto agresiva, eso sí. Hace un siglo andaba pasando consulta en el hotel Malet, sito en la calle Corrida (aunque en un origen había estado en la plaza del Marqués), un tal R. Catalá, así, presentado solo con inicial, «afamado oculista americano establecido en Valencia» y que presumía de haber curado ya a unos dos mil enfermos, «habiendo dado la vista a más de 200 ciegos». Para los incrédulos, Catalá prometía poner a su disposición listados de nombres y direcciones de pacientes ya curados (¿qué diría hoy la LOPD?) y 'plácemes' como el de una tal Elisa Peacocke, «viuda del general Ainat», que se reproducía en EL COMERCIO.
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La presunta viuda aseguraba haber sido curada por completo de la ceguera que le afectaba desde hacía años, y que muchos facultativos habían calificado de incurable, gracias al oculista Catalá. Verdad o no, lo cierto es que los vestíbulos de los grandes hoteles gijoneses de la época estaban llenos, por aquellos tiempos, de posibles clientes o incautos que lo mismo acudían a ser tratados de la ceguera como a comprar sombreros. La costumbre hundía sus raíces en el propio origen de estos grandes establecimientos, a finales del siglo XIX, cuando se reproducían en EL COMERCIO anuncios sobre la presencia en la ciudad de tal o cual comerciante o, incluso, de dentistas con clínica móvil.
El secreto de Mr. Yvo
Lo de curar los ojos era cosa habitual. Un año después, en el verano de 1924, sería «el célebre especialista Mr. Yvo», del Instituto Oftálmico (sic) de París, quien prometiera devolver la vista a los gijoneses «sin tocar los ojos». El secreto del señor Yvo, como tal vez también lo fuera el de Catalá, no era tanto un milagroso conocimiento de la medicina, sino más bien la venta de «aparatos ópticos (...) a precios de fábrica». Misterio resuelto. Yvo pasaba consulta en el Malet para vender bifocales, toda una novedad en aquellos tiempos. «Sin necesidad de cambiar a cada momento de gafas», decía en nuestras páginas, el paciente «puede ver de cerca y de lejos indistintamente». También ofrecía remedios contra la sordera. Si es que estaba todo inventado.
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