La muerte de Verónica Forqué pone el foco en el suicidio, el gran tabú de la salud mental en España

La muerte de la actriz Verónica Forqué no solo ha sacudido al país, sino que ha puesto el foco mediático sobre el gran tabú de la salud mental: el suicidio. Porque, a pesar de que en España es la primera causa de muerte no natural, con diez fallecimientos al día, aún nos sigue costando hablar de ello. Una pandemia silenciosa en la que Asturias encabeza la estadística nacional.

«Cada día, diez personas fallecen en silencio. Es un tema tabú, del que no se habla, y se tiene que poner sobre la mesa ya para tomar las medidas necesarias», reclama Mar de Manuel, psicóloga especialista en prevención de la conducta suicida. Una experta que aún va más allá para dar idea de la gravedad del problema: «Lo consiguen diez, pero es que hay cuarenta personas que lo intentan cada día». Así que -además de reclamar que «son urgentes una ley estatal para la prevención de la conducta suicida y la creación de un departamento específico»- defiende que «es fundamental transmitir a la gente que hay salida. Y, para eso, una buena información en los medios de comunicación es fundamental».

Es casi punto por punto el mensaje que quiere trasladar Alba López, que tuvo que recomponerse después de que su marido se quitase la vida y decidió crear Abrazos Verdes, la primera asociación de Asturias que agrupa a familiares supervivientes de un suicidio, quien insiste en que «es importante que nos demos cuenta de que cualquiera, en un momento determinado, puede sufrir una enfermedad mental o una crisis emocional». Y, sobre todo, que seamos conscientes de que «el suicidio se puede prevenir»: «Una correcta información y formación sobre los factores de riesgo y de protección, sobre los recursos... es la única manera de rebajar estas terribles cifras actuales, porque no reconocemos los síntomas ni sabemos dónde acudir. Recursos que, por cierto, siguen siendo pocos».

Coincide con ella el psiquiatra Julio Bobes: «Por supuesto que en Asturias faltan recursos de prevención». Y pone un ejemplo palmario: «Hace tres años, logramos hacer un protocolo de prevención de conductas autolíticas, pero, a día de hoy, no disponemos de ningún dato. Tres años después, seguimos esperando a que alguien procese los datos estadísticos que los profesionales clínicos metemos en un programa informático, porque la persona que se encargaba de eso cambió de puesto y su plaza no se cubrió. Es el consejero de Salud quien tiene que exigirlos, porque, sin ellos, ¿cómo vamos a definir una estrategia?», se pregunta.

Y también habla del «estigma», pero «un estigma que no es solo de la población, sino también de los programadores de las estructuras sanitarias». El que gravita sobre la salud mental: «Solo un ejemplo: no puede ser que en un área sanitaria que abarca hasta el Oriente de Asturias, en el Hospital de Jove haya una Unidad de Psiquiatría y en Cabueñes no. ¿Porque entonces qué es lo que ocurre? Que Jove ya no puede más con el atasco que tiene. En Cabueñes, se les ha olvidado, quizás por razones económicas que parece que solo se aplican cuando hablamos de Psiquiatría. Si hablásemos de Traumatología, no habría ninguna discusión sobre que habría que tener dos servicios».

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