Coronavirus en Asturias | José Manuel e Isabel; en la salud y ante el coronavirus
José Manuel Fabián e Isabel Suárez, que el jueves cumplirán 58 años de casados, se recuperan juntos del COVID-19 en el Sanatorio Covadonga
LAURA MAYORDOMO
GIJÓN.
Viernes, 17 de abril 2020, 02:05
Llevan tres cuartas partes de su vida juntos. Recordando, cada 23 de abril, aquel día de un ya lejano 1962 en que se dieron el 'sí, quiero' en la cueva de Covadonga. Este año será especial. Y poco importará que el jueves próximo no puedan despertarse en la habitación del hotel de Cangas de Onís que habían reservado para asistir puntuales a la misa en el Real Sitio. Poco importará si ese día aún siguen ingresados en el Sanatorio Covadonga, adonde fueron derivados desde el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) el día 7 al mejorar su estado de salud, o si ya han podido regresar a su domicilio de Oviedo. Porque ese día, como cada 23 de abril, celebrarán que siguen juntos. Por encima de pandemias y coronavirus. Juntos, en la salud y en la enfermedad, como se prometieron hace 58 años.
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José Manuel Fabián, de 83, e Isabel Suárez, de 80 -«aunque aparenta 70», la halaga su marido-, se recuperan estos días de la enfermedad del COVID-19 en el hospital privado gijonés, donde les cuidan «estupendamente. Estamos muy agradecidos a todo el personal». Tienen la suerte de compartir habitación -como también pudieron hacer los últimos cinco días que pasaron en el HUCA, antes del traslado a Gijón- «y así hacernos compañía y cuidarnos». En estos momentos, más él a ella. «No está tan bien como yo, que lo peor ya lo pasé, pero vamos mejorando. Poco a poco».
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Isabel fue a la primera a la que le confirmaron el contagio. Pasó casi tres semanas hospitalizada en el HUCA. «En cambio, yo -cuenta Fabián- lo mayor del proceso lo pasé en casa». Hasta que el médico que le hacía un seguimiento telefónico diario acudió a su domicilio al empeorar su estado de salud y decidió que él también debía ingresar.
Videollamadas con la familia
En el Sanatorio Covadonga, los días pasan lentos y las horas «se hacen largas». La conversación, la lectura, los paseos -«aunque no sean más que los siete metros de la habitación»- y la contemplación de las vistas -al jardín- que les proporciona la ventana de su cuarto les ayudan a matar el tiempo.
Cada tarde, esas que pasan jugando a las cartas, «un voluntario viene a la habitación para que hagamos una videollamada con los hijos y los nietos». La hija vive en Oviedo. El hijo, en Cataluña. «Así que ahora lo vemos más que antes», bromea Fabián. «¿Si les echamos de menos? Claro, mucho, pero hay que mentalizarse», dice con cierto punto de estoicismo. El mismo con el que prefiere no hacer planes para el día en que ambos consigan el alta y, más adelante, acabe el confinamiento. «De momento, solo pienso en que pase todo. Después ya veremos...».
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