Pionero. Tren para el traslado de mineros heridos en Aller, el siglo pasado, y que se conserva en el Museo del Ferrocarril. E. C.

Los trenes sanitarios, de las minas al coronavirus

Renfe forma a los conductores asturianos para el traslado de enfermos. El ferrocarril recupera así un servicio que dio en la guerra civil, las explotaciones de carbón y las peregrinaciones a Lourdes

RAMÓN MUÑIZ

Viernes, 3 de abril 2020, 01:43

Renfe se prepara para poder evacuar a los enfermos de las comunidades con los hospitales más congestionados. Lo avanzó ayer EL COMERCIO y lo confirmó horas después el ministro de Transportes, José Luis Ábalos. Es un operativo en el que Asturias tiene doble protagonismo. De un lado, cuenta con maquinistas con la pericia suficiente como para que, con dos días de formación, tengan los permisos para ponerse al frente del Talgo S-730, el modelo seleccionado para esta misión debido a su capacidad de circular tanto en vías de ancho ibérico como convencional, con tracción eléctrica o sin ella. Es el 'todoterreno' de la flota nacional, el tren capaz de cubrir más rutas.

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Un profesional de la base asturiana inició ayer la instrucción, circulando con una unidad traída desde León hasta La Calzada y mañana le tomará el relevo otro conductor. Se va así de uno en uno en la cabina, para mantener las distancias de seguridad pautadas por las autoridades sanitarias. Cuando los jefes pidieron voluntarios para este cometido la respuesta «fue espectacular», aseguran en la compañía.

Mientras, en los talleres que la empresa y Talgo tienen en Fuencarral (Madrid), se avanza en la medicalización de tres unidades S-730. Es un procedimiento que requiere desanclar las butacas, desinfectar todos los coches, instalar paneles modulares para facilitar el aislamiento de los pacientes, y acoplar los equipos sanitarios apropiados. El protocolo que se está perfilando apunta a que, en caso de activarse este transporte, los trenes funcionarían en doble composición. En el tren delantero irían los maquinistas y mecánicos, listos para atender cualquier incidencia. En el posterior se llevaría a los enfermos, en número nunca superior a 20 para garantizar su seguridad y la del personal sanitario que los acompañe.

Se busca obtener la mayor fiabilidad para el traslado, de ahí que los especialistas del Ministerio de Transportes al frente del operativo estén tomando nota del ejemplo francés, que lleva haciendo transporte ferroviario de enfermos desde el jueves. Si fallase la cabeza tractora, el personal de Renfe se pondría a los mandos del segundo tren.

La compañía confía en tener los trenes y los maquinistas que forma en Asturias y otros puntos listos en los próximos días y a disposición del Ministerio de Sanidad. El departamento que dirige Salvador Illa será el que determine si finalmente echa mano de esta opción, qué tipo de enfermos moviliza y a dónde. En Francia se está optando por llevar a pacientes en situación difícil para liberar espacio de las UCI. Asturias se mantiene como una de las regiones con una presión asistencial más holgada, lo que la haría susceptible de recibir casos.

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A la espera de las decisiones que tome el equipo de Illa, la pandemia ha forzado a Renfe a recuperar un servicio, el traslado de enfermos, que abandonó desde que en los años 70 dejase de adecuar algunos coches para llevar peregrinos a Lourdes.

«Los metían en camilla por la ventanilla, ya que las puertas de los coches son estrechas y suponen un problema», evoca Javier Fernández, director del Museo del Ferrocarril. En Asturias la historia de los trenes sanitarios remite a las explotaciones mineras y a la guerra civil, apunta.

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«Fueron importantes sobre todo para el bando republicano. El nacional avanzaba desde Galicia y León y tenía poco sentido para ellos. Los republicanos venían de retirada, así que traían a sus heridos por la línea de Económicos, desde el País Vasco hasta Asturias, para atenderlos», indica. Eran coches de primera clase adaptados para llevar estanterías y camillas y que lucían en las paredes y techo la cruz que identifica internacionalmente el trabajo médico. «Se buscaba así que la aviación los distinguiera y no atacase, cosa que no siempre cumplía», lamenta.

En el museo se guarda un coche de 1918, construido en los Talleres La Amistad de Oviedo, y que llevó heridos en las minas de Aller, hasta el hospitalillo de Bustiello, un viaje que también «por desgracia era muy frecuente».

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