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La historiadora Gemma Suárez, delante de las naves de Balsera.
Arquitectura para la historia

Arquitectura para la historia

Juan Manuel Cárdenas y Francisco Goicoechea, o el ingeniero Carlos Fernández Casado firmaron en Avilés algunas de sus mejores obras

RUTH ARIAS

Domingo, 29 de noviembre 2015, 01:10

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Las chimeneas de baterías de cok de la antigua Ensidesa, las naves de Balsera en la avenida Conde de Guadalhorce o el laboratorio de Cristalería Española. La ría de Avilés, de principio a fin, está salpicada de construcciones industriales, muchas de ellas firmadas por arquitectos e ingenieros de renombre que, sin embargo, permanecen olvidadas. El patrimonio industrial avilesino es un enorme legado que grandes industrias y también pequeños y medianos empresarios han dejado a la ciudad a lo largo del último siglo, pero que para la mayoría de locales y foráneos pasa prácticamente desapercibido

Tampoco se había realizado hasta ahora ningún estudio en profundidad de la riqueza patrimonial avilesina, algo a lo que ha puesto solución la historiadora del arte Gemma Suárez Menéndez, que hace unos días leyó su tesis doctoral sobre estas edificaciones industriales en Avilés. «Siempre me llamaron mucho la atención las chimeneas de las baterías, me parecían muy icónicas», confiesa. Así nació su interés, que ha derivado en un concienzudo volumen que documenta los hitos arquitectónicos de la ría, algunos de ellos ya desaparecidos.

«La construcción de Ensidesa fue lo más impactante, lo que transformó a Avilés, que pasó de villa a ciudad, y marcó su despegue industrial», cuenta. A partir de ahí se dispararon las iniciativas empresariales, pero no sólo las de las grandes firmas como Cristalería Española o Asturiana de Zinc, sino también otras de menor tamaño. Es el caso de los Almacenes Balsera, tres naves consecutivas que se mantienen en el paseo de la ría, y que fueron levantadas entre 1910 y 1912 por Antonio Alonso Jorge. «Son interesantes por su arquitectura relacionada con la secesión vienesa», asegura Gemma Suárez.

Recientemente se han restaurado las fachadas principales, pero el estado de su interior es muy precario. «Corren un serio riesgo de desaparición», advierte la historiadora, que también recuerda que, en su día, hubo una cuarta nave en el extremo norte, más pequeña, que funcionaba como cochera.

El mismo arquitecto fue el encargado de llevar a cabo, pocos años después, la construcción de la antigua Plaza del Pescado en la plaza de Santiago López, hoy seccionada y utilizada como acceso a la pasarela del Niemeyer, y que «se ha convertido en un mero elemento portante».

Casi frente a ella, cruzando el puente de San Sebastián, diseñado por el ingeniero Francisco Writz, se encontraba el hoy desaparecido complejo de Maderas Castro, en el que sobresalía el edificio de oficinas, «de estilo regionalista y con una galería de madera interesante». Desapareció bajo la piqueta, lo mismo que la térmica de Ensidesa, un proyecto de Juan Manuel de Cárdenas y Francisco Goicoechea, que habían sido contratados por la empresa para llevar a cabo varias obras civiles, entre ellas el urbanismo de Llaranes.

Goicoechea es el responsable también del palacio de comunicaciones o central de telefonía de la siderúrgica, un singular edificio de 1959 que estuvo a punto de desaparecer este mismo verano pero que, sin embargo, fue indultado por el Ministerio de Hacienda después de una campaña ciudadana.

Ensidesa ha dejado algunas de las construcciones más notables de Avilés. «La llegada de las constructoras de Huarte fue importante, porque con ellas trajeron a Carlos Fernández Casado, que hizo obras muy relevantes desde el punto de vista de la arquitectura industrial», destaca Gemma Suárez. Fernández Casado es una de las figuras imprescindibles de la ingeniería civil española del siglo XX, y responsable del puente de Barrios de Luna o de la torre de Nitrastur en La Felguera, entre otras obras. En Avilés construyó casi todos los talleres de la siderúrgica y también el puente de Llaranes sobre la ría.

Asturiana, Cristalería y Arnao

Asturiana de Zinc, que contó con el trabajo de Entrecanales y Távora, significativo constructor sevillano del detallismo, o Cristalería Española también levantaron hitos arquitectónicos. Uno de los mejores ejemplos son los laboratorios de la actual Saint-Gobain, un edificio racional de gran limpieza decorativa diseñado por el arquitecto Manuel Aymerich en 1965.

Desde el nacimiento de Ensidesa hasta Arnao, Avilés es un paraíso sin explotar para los amantes del patrimonio industrial. Muchos de estos elementos están catalogados e incluidos en el Docomomo Ibérico, pero su grado de protección es muy bajo. «Se está destruyendo un patrimonio fundamental para comprender nuestra identidad», lamenta Suárez, que incide en que «a veces nos basamos en criterios estéticos subjetivos, pero si eliminas estas construcciones no se puede leer la conformación de la ciudad».

La excepción es el castillete de Arnao, calificado como Bien de Interés Cultural y al que se realizan visitas guiadas. Sin embargo, en otros casos ha desaparecido incluso la documentación que hacía referencia a algunas edificaciones, y es como si nunca hubieran existido, como si el pasado se hubiera perdido para siempre.

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