En Asturias «hallé el Edén»

madrid. «Hallé el Edén dejándome llevar por su luz», asegura la fotógrafa Bárbara Allende Gil de Biedma, Ouka Leele para todos, que se instaló el año pasado en la aldea de Peñanes, en Morcín, en la que viven una decena de personas y desde la que divisa el mágico Monsacro para buscar el paraíso. Y lo encontró. Desde esa base «vagabundeó» por toda Asturias «sin ideas preconcebidas», decía ayer al presentar la exposición que es el fruto de ese encuentro y que cuelga ya en el Centro Conde Duque de Madrid. Huía del horror cuando llegó a la región, donde fue invitada por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson en el marco del programa 'Miradas de Asturias'. Como antes a Alberto García-Alix o Juan Manuel Ballester, se le pidió que resumiera en imágenes su visión del Principado. Un año anduvo a vueltas por lo que ella llama la «Asturias secreta y legendaria». Ante sus formas y sus gentes se dejó seducir de un modo peculiar: «No soy cazadora, soy agricultora y mis modelos son cómplices», decía ayer, y la demostración de esa sentencia son las cincuenta imágenes que expone hasta el 20 de abril bajo el título 'A donde la luz me lleve'. Son apenas la punta del iceberg, ya que tomó más de 10.000 instantáneas de las que expone una parte ínfima. En el catálogo reproduce unas 180.

«Tuve la sensación de estar entrando en el paraíso, de hallar agua para mi sed inmersa en la belleza», insiste la fotógrafa que ha retratado las costas, los faros y las rocas, pero también las gentes y las costumbres del medio rural, la vegetación, la fauna, la arquitectura y las leyendas. «Salía de una exposición en la que retraté lo más brutal y abyecto de la condición humana y llegar a Asturias resultó balsámico», explica aludiendo a 'Un Banquete Cruel. Pour Qoui?', su video-instalación para erradicar la violencia contra las mujeres y hacer oír la voz de Caddy Adzuba, el último Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que mostró en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Alterna Ouka Leele su estilo más característico con las innovaciones formales, -«las escenificaciones con los hallazgos»- combinando las imágenes digitales en color y de gran formato -la mayoría- con alguna en blanco y negro, el vídeo y sus característicos retratos coloreados a mano con los que se dio a conocer a finales de los setenta.

El comisario de la muestra, Manuel Romero, los define como «arqueológicos», aunque el crítico y conservador cree que Ouka Leele «ha dado un giro de 180 grados» con un nuevo lenguaje, mucho más austero.

«No soy una pintora frustrada, porque me considero una pintora activa», dice ante sus cinco retratos coloreados con acuarela. Ahora los enmarca con delicada marquetería en unas ventanas con puertecita que recuerdan a los iconos coptos y ortodoxos.

El colorido paisaje y el paisanaje se alternan en la muestra con visiones oníricas que acentúan el misterio intimista de la región que «tienen algo del Edén, donde te arropan la música de los pájaros y el olor». En su afán de «ir siempre más allá» buscó trasgos, cuélebres y xanas y halló «además del jardín del Edén, al ser humano en estado puro».

En el único autorretrato de la muestra aparece como una etérea xana, un hada envuelta en un túnica blanca que se adentra en la bruma. Dice que mucho más duro que la recolección fue la selección de la fotos. «Me sentí minera, prisionera, trabajando a solas en la oscuridad, rechazando todo lo que mis amigos y la vida cultural me proponían».