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Johan Cruyff, fumando.
Del cigarrillo sin filtro al chupachups
FÚTBOL

Del cigarrillo sin filtro al chupachups

Johan Cruyff trascendió fuera del campo en una época en la que los futbolistas no hacían anuncios en televisión

David Valera

Jueves, 24 de marzo 2016, 21:53

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«En mi vida he tenido dos grandes vicios: el fútbol y el tabaco. El fútbol me lo ha dado todo y el tabaco casi me lo quita». Con esta dura confesión Johan Cruyff advertía, mientras hacía malabarismos con un paquete de tabaco en una campaña publicitaria de la Generalitat de Cataluña, sobre los riesgos que entraña fumar. Era 1991 y sólo unos meses antes el mítico jugador holandés y, por entonces, entrenador del Barcelona, había sufrido un fallo cardíaco que le llevó a someterse a una operación de urgencia a corazón abierto en la que le colocaron un doble 'by-pass'. Tuvo que tomarse un periodo de descanso obligado alejado de los banquillos. Pero el genio del balompié tomó nota y sustituyó los 35 cigarrillos diarios por los inocentes chupachups.

Cruyff ha sido, probablemente, el primer futbolista en convertirse en un icono más allá del terreno de juego. Rompió con numerosas barreras, no sólo por su manera de entender el deporte rey, sino por su carácter indomable. Su melena al viento era un símbolo de rebeldía con cada galopada por la banda y forma parte del imaginario colectivo de los apasionados del fútbol. También retó las reglas establecidas al escoger el 14 como número que lucir en su camiseta en un tiempo en el que los jugadores vestían el férreo listado del 1 al 11.

Era una estrella que, además de marcar las diferencias sobre el césped, lo hacía también en el mundo publicitario. Hoy en día es normal ver a Messi o Cristiano Ronaldo anunciando cualquier tipo de producto, pero en los años 70 era toda una novedad. Por eso causó tanto impacto verle -en blanco y negro- salir por la tele de 1974 sujetando varios botes de pintura para promocionar la marca Bruger. Unas décadas después y como homenaje protagonizó una nueva versión con su hijo.

Popularidad perenne

Su tirón publicitario se mantuvo con los años. De hecho, lanzó su propia marca de calzado deportivo en 1979, con ayuda del diseñador Emilio Lazzarinni. Sin embargo, fue en los últimos años cuando llegó su explosión comercial. De ahí su importancia en las campañas antitabaco. Cruyff había empezado a fumar desde muy joven. De hecho, nunca ocultó este mal hábito cuando fue jugador. Era habitual verle con un cigarrillo Camel sin filtro en el descanso de los partidos, algo que hoy en día sería impensable.

La imagen de fumador empedernido también se trasladó a los banquillos de la Liga española cuando llegó en 1988 para entrenar en el Camp Nou. El humo continuo de sus cigarrillos y esa gabardina gris le daban un aire a lo Humphrey Bogart con la que consiguió importantes éxitos deportivos. Preguntado por aquel entonces cómo vería que alguno de sus futbolistas fumase fue muy claro: «Si son tan buenos como yo, que hagan lo que quieran». Sin embargo, el susto cardíaco le recordó que su padre había fallecido de un infarto cuando él apenas tenía doce años. Desde entonces lo que se llevó a la boca en cada partido fueron chupachups. Una vez más, el gesto tuvo repercusión entre la población al poner de moda dicho dulce. Hasta entonces era un producto relacionado con los niños. Sin embargo, ver todos los fines de semana a Cruyff con un chupachups hizo que las ventas se disparasen entre los mayores de 14 años.

Además, la figura de Cruyff está irremediablemente ligada a Cataluña. Un amor mutuo que ha quedado demostrado en multitud de ocasiones. Ahí está el nombre de su hijo, Johan Jordi Cruyff, registrado en Holanda para saltarse la prohibición española de nombres en catalán. Su hijo intentó seguir los exitosos pasos de su padre en el Barcelona -debutó en el primer equipo bajo las órdenes de su progenitor- aunque sin suerte. Sólo rozó la gloria futbolística en una final de la UEFA con el Alavés. Pero el apellido de su antepasado pesaba demasiado. Cruyff fue destituido del Barcelona en 1996 y sólo volvió a los banquillos para dirigir a la selección de Cataluña. Sin embargo, lo que todos sus años de amor por el Barcelona y las casi cuatro décadas vividas en la Ciudad Condal no consiguieron nunca es que hablara catalán. «Mi castellano, ya lo veis, no es demasiado bueno. Como el inglés, como el alemán. El holandés lo hablo un poco mejor, y no voy a violar el catalán», aseguró durante su presentación como responsable del combinado autonómico. No lo necesitaba. Cruyff se expresaba como se le antojaba.

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