Grado entierra y despide a nueve víctimas de la fosa común de La Garba
«La represión afecta mucho a los testimonios, nunca se llega a tener una cifra exacta de la gente que se busca», afirma el arqueólogo Serxio Castro
Las quintas Jornadas de Memoria Democrática de Grado centraron esta edición en los trabajos de exhumación y recuperación de víctimas de las fosas ... comunes de El Rellán y La Garba. De esta última, nueve moscones identificados tuvieron un reentierro y despedida en el cementerio municipal, acompañados de sus descendientes.
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Organizado por la Asociación Memorialista Carlos Barredo de Grado, se contó con la colaboración de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), el Ayuntamiento y el Principado. El día se centró en intentar hacer un repaso y explicación a los familiares de estos damnificados sobre cómo fueron los trabajos de exhumación y los proyectos de investigación para intentar identificar al mayor número de víctimas posibles.
Para ello, el arqueólogo Serxio Castro y la antropóloga Gema López, de la ARMH, dieron una amplia charla en la Casa de Cultura, a la cual no faltó el alcalde de Grado, José Antonio Trabanco; el consejero de Ordenación del Territorio, Urbanismo, Vivienda y Derechos Ciudadanos, Ovidio Zapico; y la directora general de Memoria Democrática, Begoña Collado.
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Los trabajos se desarrollaron entre 2021 y 2024, tanto la exhumación como los trabajos de laboratorio. Para El Rellán «aún falta mucho por hacer» y hasta la fecha se han hallado 61 restos diferentes, «tanto hombres como mujeres, desde los 14 hasta los 80 años», explicaron. Existe el problema de la identificación genética, aunque ya se ha ubicado a unas 40 familias. En el caso de La Garba, eje principal de los actos del día, se hallaron los restos de varias personas. Aunque el ADN no ha permitido concretar una relación genética con familiares, sí se tiene constancia de una lista de nueve víctimas que acabaron en esa fosa, gracias al trabajo de investigación promovido y financiado por el Ayuntamiento, en colaboración con la Asociación Memorialista.
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«La represión que se vivió afecta mucho a los testimonios, nunca se llega a tener una cifra exacta de la gente que buscas», explicó Castro. Aun así, se «sigue trabajando y no se da nada por perdido». Con los nueve que figuran ahora en una placa conmemorativa en el cementerio, al menos «se resarce la pena y el duelo de sus familiares», dijo Carlos León, presidente de la asociación memorialista de Grado.
Objetos cotidianos
Los recuerdos e historias que, durante años, se contaban a escondidas, añadió López, «ayudan muchísimo» a ubicar los restos. De hecho, Marina Vegas –nieta de José Vegas, una de las víctimas– pudo avisar de un nuevo dato que descubrió recientemente. «El día que se lo llevaron para el paseo, antes de pegarle un tiro, le rompieron la cara a leñazos, así que probablemente tendrá los huesos rotos», explicó a la antropóloga. Para ella, igual que para el resto de presentes, no dejó de ser un momento muy emotivo, con «las emociones a flor de piel» al tener presente todo el legado y el «dolor» que han arrastrado durante años.
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Por ejemplo, Pilar González –sobrina nieta de otra víctima, Jovino González– tenía cuatro años cuando se llevaron a su tío y, dijo, «se me quedó grabado». «Él estaba escondido y a mi padre le pusieron una pistola en la cabeza, advirtiéndole que tenía cuatro hijos, que pensara en ellos. Ahí fue cuando salió mi tío y se lo llevaron. Doy fe de los gritos de mi padre cuando llegó a casa», recordó con voz tomada.
Además del entierro de los restos, a las familias se les devolvió los objetos que se encontraron en la fosa, desde alianzas hasta un par de gafas o un dedal. Lo «cotidiano» que les acompañó y que demuestra que «tenían una vida antes de ser asesinadas y arrojadas a esas fosas», señaló Marco Antonio González, vicepresidente de la ARMH.
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Durante la despedida en el cementerio, la edil de Memoria Democrática, María José Miranda, definió el momento como una manera de «cerrar el círculo y acompañar a las víctimas de la mayor crueldad del fascismo», palabras que Zapico vinculó a la «reparación de una deuda histórica» a base de «la verdad y la justicia».
Con acompañamiento musical, uno a uno fueron dejando flores en los nichos donde ahora descansan, al fin agradecidos de que puedan «descansar en paz».
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